29.06.2021 Views

La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

nobleza y servicio. Lo mismo digo de su colega de Indianápolis, la doctora

Alexander, que en paz descanse. ¿Estás de acuerdo, Gloria?

—Totalmente —respondió Morningside.

Perkins se levantó del sofá apoyando las manos.

—Le ayudaremos, por supuesto. Obtendrá una escolta militar hasta Detrick y

una carta de mi puño y letra para el comandante de la base. Partirá a primera

hora de la mañana. Hasta entonces, les invito a cenar. Esta es una casa grande.

Usted y sus encantadoras hijas pueden escoger dónde dormir esta noche.

—Supongo que no puedo elegir el dormitorio Lincoln —dijo Jamie, medio

en broma.

Perkins dio una fuerte palmada y sonrió.

—El dormitorio Lincoln, dicho y hecho.

Milagrosamente, la Casa Blanca parecía disponer de abundante agua caliente.

Jamie se puso en remojo en la bañera del dormitorio Lincoln hasta que se le

quedaron las yemas de los dedos como pasas. Después fue a ver a las niñas, que

estaban instaladas al otro lado del pasillo en la segunda planta de la residencia, en

el dormitorio de la Reina. Habían disfrutado de sus respectivos baños calientes y

estaban repantigadas bajo el dosel de una cama enorme, en una sala que parecía

una bombonera rosa. Al volver a su cuarto, Jamie estudió la copia del discurso de

Gettysburg que había sobre la mesa y, acto seguido, él también se desplomó en el

descomunal lecho de palisandro. Bajo la adusta mirada de Abe Lincoln en óleo

sobre lienzo, se durmió hasta que lo despertó para cenar el único miembro del

servicio que quedaba en el edificio.

Habían servido la cena en la planta baja de la residencia, en el Salón Azul.

Una mesa en el centro del óvalo estaba puesta para cinco comensales e iluminada

por las bombillas atenuadas de la gigantesca lámpara de araña. Perkins alabó a la

cocinera, una mujer fornida que hacía las veces de camarera.

—Amy ha preparado este banquete sin ayuda —dijo—. Está sola en la

cocina, ¿no es así, Amy?

—Sí, señor, así es.

—Cuéntale al doctor Abbott a cuántos presidentes has servido.

—A cinco. Bueno, seis contándole a usted.

—Yo soy el del asterisco al lado del nombre —señaló Perkins con una risilla.

—Si tú tienes un asterisco, ¿qué tengo yo? —preguntó Morningside, que se

bebía el vino a tragos.

Perkins no le hizo caso y siguió hablando.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!