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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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L

os BoShaun se estaban quedando sin comida. Hacía tiempo que los

supermercados y las tiendas de barrio habían sido vaciados, y la noche

anterior solo habían podido cenar una caja de Choco Krispies con agua en vez de

leche. Por la mañana se despertaron en su gélido apartamento, refunfuñando y

ansiando comerse unas tostadas con mermelada o tal vez unas galletas de

chocolate. Las cañerías tenían cada vez menos presión y apenas salía agua al tirar

de la cadena.

—¿Por qué el agua hace el tonto? —preguntó Shaun.

—No lo sé —dijo Boris—. Pero si la cortan, vamos a pasar mucha sed.

—De todos modos, prefiero la naranjada.

—¿Tú ves naranjada por alguna parte, Shaun? Porque yo no. Shaun se quedó

pensativo un rato.

—Tenemos que hacer algo.

—Ajá.

Decidieron que la solución se encontraba en el interior de las casas, ¿y qué

mejor sitio para empezar que las casas que daban a su patio de atrás? Nadie en el

barrio tenía mucho dinero. Todos vivían a base de cheques o cobraban pensiones

de discapacidad o de la Seguridad Social. Aun así, todas las casas tenían una

cocina, y cada cocina era un objetivo potencial. De modo que, cuando el sol

empezaba a dar un calorcito agradable, se cepillaron los dientes, se vistieron, se

pusieron las máscaras antigás israelíes y agarraron los largos machetes

colombianos.

Conocían a su vecino de la puerta de al lado, el señor Álvarez. Siempre había

sido muy amable con ellos, así que pasaron directamente a la siguiente. No tenían

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