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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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coche.

A Emma ya se le notaba, y Kyra tenía un barrigón.

Se abalanzaron hacia Connie, y cuando estaban a punto de abrazarse, Jeremy

y Dylan llegaron corriendo desde el lago.

Las chicas desviaron su atención. Emma chilló y señaló a Dylan.

—¡Me acuerdo de ti! —gritó—. ¡Te quiero!

—¡Y yo me acuerdo de ti! —respondió Dylan también a voces—. ¡Y te

quiero!

Se abrazaron y Dylan preguntó:

—¿Dónde está el bebé?

—Sigue dentro de mi barriga —respondió ella—. ¿Quieres tocarlo?

Jeremy abrazó a Kyra.

—¡Dios mío! ¡Cuánto te he echado de menos! ¿Cómo está mi chica?

—¡Pronto tendré a nuestro bebé! Te quiero, Jeremy.

—Yo también te quiero —contestó él—. Pensaba que no volvería a verte.

—¡Pues aquí estoy! ¡Ahora puedes verme!

Los campistas se reunieron a su alrededor, contemplando felices el

espectáculo, mientras Connie pegaba la cara a la de Jamie y le decía:

—Oye, yo a ti también te recuerdo.

Ya en la casa, las dos parejas se pusieron a charlar y hacerse arrumacos, y Arthur

tuvo que pelear para que le hicieran caso. Jamie sacó de una bolsa una lata de café

molido.

—¡No fastidies! —dijo Connie—. Llevamos semanas sin.

Encendió el fogón y puso en marcha la tetera mientras Jamie se desplomaba

en una silla, algo aturdido.

Emma entró y pidió un vaso de agua. Connie lo llenó con la garrafa.

—Aquí tienes, cariño.

La chica se la bebió y miró por la ventana hacia las montañas.

—Esto es bonito. Mira todos esos colores. Es precioso.

—La primavera en las montañas —dijo Connie—. No hay nada más bello.

Jamie se agachó para besar a su hija en la coronilla.

—Eres una buena chica, Emma.

—Voy a volver a besar a Dylan un rato más.

—Adelante. —Cuando se hubo ido, se dirigió a Connie—: Quiero que me

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