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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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altitud. Jamie se ofreció voluntario para viajar en la parte de atrás de una de las

camionetas para cuidar de Morningside, a la que había que transportar con las

piernas más altas que la cabeza. Usó la única manta que había para mantenerla

caliente. Para cuando tomaron el camino de entrada de casa de Connie, a Jamie

le castañeteaban los dientes.

Connie bajó de la camioneta y empezó a dar órdenes.

—Pete y Dennis, meted a la señora en la casa. Despejad la mesa del comedor.

Kevin, tú lleva adentro a las niñas y acomódalas en el salón con algunas mantas

del cuarto de invitados. Dale a la del brazo roto una almohada para que lo apoye.

Y dales agua. —Bajó la puerta de carga y tendió la mano a Jamie—. Vamos.

Él todavía conservaba el paraguas presidencial, de modo que, una vez que

estuvo abajo, le indicó que podía soltarle.

—Ve a lo tuyo. Yo me apañaré.

Connie se agachó para colocarse bajo uno de sus hombros y sostenerlo.

—Tardarías una eternidad en subir la escalera, y te necesito en el quirófano.

Tenía razón. Había que remontar media docena de escalones para llegar al

porche cubierto y eso le habría costado mucho tiempo y dolor. Una vez dentro,

echó un vistazo rápido a su alrededor. En el salón había una chimenea encendida

y las niñas ya estaban instaladas en un mullido sofá de cuero. Era una casa

antigua, una pieza de museo. La habitación estaba llena de muebles de estilo

rústico, con mucha madera vista.

Connie dejó a Jamie en una otomana y llamó a voces a alguien llamado

Dylan. Un adolescente se acercó por el pasillo con paso vacilante y entró en el

salón.

—Este es mi hijo. Tiene la enfermedad.

Era un chico apuesto, alto y fuerte, con las mismas facciones morenas que su

madre.

—Las niñas también la tienen —explicó Jamie.

—Lo sé.

Dylan se quedó mirando a las niñas. Kyra estaba demasiado consumida por el

dolor y la confusión para fijarse demasiado en él, pero Emma no le quitaba la

vista de encima, hasta que vio el golden retriever.

—¡Perro! —exclamó, soltando la mano de Kyra para lanzarse a la alfombra.

—Se llama Arthur. Es mi perro —dijo Dylan con la cadencia titubeante de

quien usa el lenguaje desde hace poco.

—Quiero a Arthur —anunció Emma antes de que el perro empezara a

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