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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—Dispara al hombre malo —le ordenó.

Ryan se apoyó el rifle en el hombro. Apuntó con precisión instintiva, apretó

el gatillo y disparó en seco.

—¡Sí! —gritó Edison—. ¡Buen chico! ¡Has disparado al hombre malo!

Todos, del primero al último, fueron capaces de manejar el arma sin

necesidad de instrucciones. Se habían pasado incontables horas cazando en los

bosques, adiestrados por sus padres. Y cuando Edison se lo ordenó, todos

apuntaron a Snider y apretaron el gatillo. A cambio recibieron su puñado de

nachos y felicitaciones.

—Dame una bala —le ordenó a Joe.

—Estás de coña, ¿no?

—Hablo muy en serio.

Edison echó el cerrojo hacia atrás, metió el proyectil en la recámara y corrió

el cerrojo hacia delante.

—Padre quiere que un chico bueno dispare al hombre malo.

—¿Va a darle un rifle cargado a uno de ellos, señor Edison? —intervino

Mickey.

Edison desenfundó su pistola.

—Con todas las precauciones, claro. —Luego preguntó—: ¿Qué chico bueno

quiere el rifle?

Jacob Snider farfulló algo ininteligible.

—¿Intentas decir «yo», muchacho? —Edison le dio el Remington—. Muy

bien, adelante. Padre quiere que dispares al hombre malo.

Cuando el joven apuntó con el rifle, Edison alzó también su pistola. Por si

acaso.

Jacob sonrió. Su padre le devolvió una sonrisa bobalicona.

El disparo le atravesó el pecho y acabó con su vida.

El estruendo resonaba en los oídos de Edison cuando gritó:

—¡Ese es mi chico, menudo cabronazo!

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