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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—Esta noche no creo.

—Claro que ha venido.

—Pues mi compañero le habrá dicho que se vaya.

Joe llamó de nuevo al móvil de Brian, se montó en la camioneta y serpenteó

entre las calles oscuras y desiertas de Clarkson para dirigirse hacia el sur y tomar

la carretera estatal de vuelta. Condujo con las luces largas puestas y los ojos muy

abiertos, hasta que a medio camino de Dillingham divisó una señal de animales

sueltos retorcida, formando un ángulo extraño. Paró en el arcén y, usando la

linterna de su móvil, exploró la oscuridad. El aire debería haber olido a campo,

pero no era así. ¿Ese olor que le llegaba era de gases del tubo de escape?

Entonces vislumbró algo, soltó una maldición y echó a correr.

La Ranger de Brian se había salido de la carretera y había acabado estampada

contra la maleza boscosa. El motor todavía estaba en marcha y, de no ser porque

un árbol de buen tamaño se había interpuesto, la camioneta habría seguido su

camino.

Brian llevaba el cinturón puesto. La puerta del pasajero estaba abierta y Seth

había desaparecido. Joe abrió la puerta del conductor y se inclinó por encima de

su hermano, aún conmocionado, para poner el vehículo en punto muerto y

apagar el motor.

—¿Brian? ¿Qué ha pasado?

—Yo… Yo no…

—¿No qué, tío?

—Esto no…

—¿Dónde está Seth? ¿Qué cojones le ha pasado a Seth?

Brian abrió la guantera que tenía al lado y rebuscó dentro.

—¿Qué estás haciendo, tío? —gritó Joe.

Brian alzó la vista y tosió.

—Tengo hambre.

—¡Joder, por lo que más quieras, quédate aquí! Tengo que encontrar a Seth.

Joe cogió una linterna de la caja de herramientas. Había llovido bastante

hacía poco y no resultaba difícil seguir el rastro de las pisadas en el suelo mojado.

—¡Seth! ¡Seth! ¡Soy Joe! ¿Dónde estás?

Un búho ululó a lo lejos. El aire era húmedo y pesado. Hacía calor para la

época del año que era y Joe sudaba bajo su maltrecha cazadora de cuero. De

pronto oyó un chasquido. Apuntó con la linterna.

—¿Seth?

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