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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Bajaron estrepitosamente por la escalera y vieron que Mickey señalaba una

puerta de acero descomunal, escondida detrás de una estantería de comida

basculante.

—¡Es una caja fuerte! —anunció Mickey—. Tienen que estar ahí dentro.

Joe inspeccionó la cerradura.

—Buen trabajo, Mick. Tenemos que encontrar la combinación. A lo mejor la

tienen escrita en alguna parte por aquí abajo.

—Fíjate bien, muchacho —repuso Edison.

—Maldita sea —soltó Joe—, también tiene una de esas cosas para la huella

digital. Seguro que se abre con la de Ed.

—Está claro que uno de los dedos mágicos será el suyo, pero los de sus hijos

igual también valen —señaló Edison—. Estas cajas fuertes pueden tener más de

un usuario.

—¿Tenemos que cargar al gordo de Ed Villa hasta aquí? —preguntó Mickey.

—Y yo que pensaba que te estabas volviendo listo —contestó Edison.

Joe parecía haber captado por dónde iba su padre.

—¿Quién se ocupa? —preguntó.

—Mejor lo haces tú —respondió Edison—. Él no tiene experiencia.

Joe hizo una parada en el banco de carpintería del otro lado del sótano en

busca de las herramientas adecuadas y regresó al cabo de unos minutos con dos

manos sanguinolentas. Le tendió una a Mickey.

—Venga, choca esos cinco. —Su amigo lo mandó a la mierda.

Edison eligió la mano derecha de Villa, tomó el dedo índice y presionó el

lector. La puerta de la caja fuerte se abrió con un satisfactorio chasquido sordo.

—La suerte del principiante —dijo Edison mientras tiraba de la puerta.

Era más que una caja fuerte: era una sala entera, cuyas luces, alimentadas por

baterías, se encendieron de forma automática para revelar un nada desdeñable

arsenal de pistolas, fusiles de asalto, rifles de francotirador militares y hasta una

ametralladora ligera con su trípode. A todo eso se sumaban unos armarios desde

el suelo hasta el techo llenos de munición de diverso calibre.

—Esto es el paraíso —dijo Joe mientras levantaba un AK-47 de culata de

madera con nudos—. Vamos a tardar un montonazo en sacar fuera toda esta

mierda.

—A tomar por culo. Nos trasladaremos nosotros —replicó Edison—. Esta

finca tiene todo lo que queremos y más. Lo único que nos falta son las vacas, y

podemos cargarlas en camionetas y traerlas sin problemas. Ojalá tu madre

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