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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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ochenta años. Debía de pesar algo más de sesenta kilos, pero era

sorprendentemente fuerte para su tamaño y cargó con casi todo el peso de Derek,

levantándolo por las axilas. Lo tumbaron en el sofá y, sin decir nada, Rosenberg

fue a buscar una toalla para ponerla debajo de la cabeza sangrante, como si

hubiera que proteger la tapicería.

Mandy, sentada en el suelo y agarrando la mano de Derek, musitó un

«Gracias». Rosenberg le preguntó si quería que se quedara, pero, antes de que ella

pudiera responder, decidió que no iba a irse.

—No debe estar sola ahora —dijo, y a Mandy le saltaron las lágrimas.

Había unas cuantas botellas de licor en un carrito de bebidas. El anciano

preguntó si podía tomarse un whisky y ella contestó que por supuesto.

—¿Estaba…, ya sabe, enfermo?

Mandy asintió.

—No lleva mascarilla —observó él.

—Usted tampoco.

—Mi mujer también lleva enferma dos días. No sé por qué yo no lo he

pillado. Tal vez acabe contagiándome. Pero usted es joven. Debería llevar

mascarilla.

—Quiero infectarme.

—¿Por qué dice una cosa así?

Rosenberg estaba de pie junto a ella, con un vaso de whisky en la mano. Tenía

una mancha roja en la barba blanca de haber cargado con Derek.

—Tiene sangre en la barbilla.

—Oh.

Se levantó el polo desde la cintura y lo usó para limpiarse. Tenía la barriga

prieta y musculosa, y el pecho cubierto por una mata de pelo gris.

—¿No tiene que ir con su esposa?

—Ya estaba muy mal antes de contagiarse. Sufrió un derrame el año pasado.

Mandy no apartó los ojos de Derek, que respiraba de forma entrecortada.

—Lo siento. No lo sabía.

—No lo conté a los cuatro vientos. Y apenas nos conocíamos. Ella no quería

vivir tal como estaba. Me pidió que la ayudara a acabar con su vida, pero yo no

pensaba hacer algo así. Creo que le pegó el bicho una de las cuidadoras. Si

quieres saber lo que pienso, ahora está mucho mejor, sin acordarse de nada.

Mandy abrió la palma y la mano de Derek resbaló. Su pecho había dejado de

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