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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—Príncipes —repitió.

Boris intentó distinguir los ojos de Shaun a través de la máscara verde.

—Ni se te ocurra. No somos putos héroes.

Pero Shaun ya le estaba diciendo a Keisha que se quedara donde estaba y que

volviera a casa en bicicleta ella sola si era necesario. Dicho esto, empezó a

caminar agazapado hacia los coches de los NK.

—Mierda, mierda, mierda —exclamó Boris, y lo siguió.

Alcanzó a Shaun cuando estaba pegado al lateral del Range Rover de K.

—Tenemos unos quince segundos para largarnos de aquí cagando leches —

susurró.

—Tenemos que plantar cara —repuso Shaun—. K9 va a venir más veces a

nuestro barrio, tío. Es cuestión de matar o morir.

—Me cago en todo —soltó Boris aferrando la empuñadura de su machete.

Los NK llegaron al cabo de un momento.

Los BoShaun perdieron por completo el sentido del tiempo: lo que vino a

continuación pudo haber durado unos segundos o varios minutos.

El primer NK que los vio gritó de puro espanto al ver aquellos monstruos

con ojos verdes de insecto y largos machetes.

Los BoShaun se levantaron y empezaron a lanzar cuchilladas como locos, a la

vez que proferían desgarradores alaridos de miedo y hostilidad.

Los otros dispararon al tuntún.

El machete de Boris se topó con un brazo delgado y lo cortó de cuajo.

A Shaun se le quedó clavada la hoja en la cara de alguien y tuvo que

desprenderla tirando con las dos manos.

Boris rajó un cuello y quedó salpicado de sangre.

Hubo gritos y alaridos, y el golpeteo de deportivas sobre asfalto, alejándose a

la carrera.

Los BoShaun jadearon para coger aire y Boris tuvo que quitarse la máscara

para vomitar otra vez.

Shaun recogió una linterna que se le había caído a alguien y echó un vistazo.

Había un par de cuerpos y un brazo que no pertenecía a ninguno de los dos.

Keisha corría hacia ellos.

—¡Habéis estado como príncipes guerreros! —exclamó—. Les habéis dado

una lección. Han huido.

—No mires, pequeñaja —le dijo Shaun, tapando los cadáveres con el cuerpo.

—He visto cosas peores por la tele —replicó ella—. ¡Eh, mirad, la señora!

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