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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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movía un poco. Alzó el machete y cargó hacia delante.

—¡Fuera de aquí, hostia! ¡Fuera! —gritó a pleno pulmón.

Dos hombres asustados, uno viejo y otro joven, se pusieron en pie de un salto

y salieron corriendo hasta desaparecer tras una de las casas.

Los pies, con sus zapatos rojos, eran la única parte de la madre de Keisha que

todavía estaba intacta. El resto del cuerpo estaba devorado y en descomposición.

Volvió la cabeza y tuvo unas arcadas bajo la máscara. No había nada que hacer ni

que decir.

—¿A quién le gritabas? —preguntó Keisha cuando Shaun volvió a su bici.

—Unos retrasados, nada más.

Mandy volvía a estar dormida, con las mejillas sonrosadas. Shaun le dijo a

Keisha que la dejara descansar un rato más y luego le enseñara todos los frascos

de pastillas y los antisépticos que habían encontrado.

En la enorme bolsa con el botín, había algo que Shaun quería llevar al patio.

Era algo que había encontrado en el jarrón de una casa durante el saqueo, un

ramillete de coloridas flores de plástico con sus bonitos tallos con espinas y unas

hojas verdes brillantes. Las colocó sobre la tumba de Boris y se sentaron los dos

en las raídas sillas de playa de nailon que conformaban su mobiliario de jardín,

con los ojos entrecerrados bajo el intenso sol del mediodía.

—Durarán todo el invierno —señaló Keisha—. Las flores de verdad no

durarían.

—Eso mismo he pensado yo —dijo Shaun. Tras un rato en silencio, añadió

—: ¿Sabes qué? Formamos un buen equipo.

Keisha asintió convencida.

—Ajá, es verdad.

—¿Sabes cómo creo que nos llamará la gente?

—¿Cómo?

—KeShaun.

La sonrisa de la niña fue tan radiante como el sol.

—Me encanta.

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