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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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hacerlo, él también se comportaba con sangre fría y mesura durante las crisis

médicas. Todo era cuestión de adiestramiento.

—Ahora que puedes, quiero que te pases al carril izquierdo y te quedes en él.

Si vuelven, los quiero a nuestra derecha.

—¿Qué quieren? —preguntó Bill.

—No lo sé, pero le han tocado los cojones al coche equivocado —respondió

Linda.

Jamie cambió de carril justo cuando sus perseguidores volvían a ganar

velocidad.

—Aquí vienen —dijo apretando los dientes.

Justo a tiempo, consiguió desplazar el coche a la izquierda. El otro vehículo se

vio obligado a pasarse al carril derecho y se puso a la altura del Volvo.

Linda vio que el conductor cruzaba el brazo por encima de su pecho con algo

en la mano y que el pasajero de atrás de su lado apuntaba con una pistola por la

ventanilla.

—¡Agachaos! —chilló abriendo fuego.

Dentro de los confines del Volvo, los disparos del fusil resultaron

ensordecedores.

Los casquillos metálicos expulsados rebotaron contra el parabrisas y

golpearon a Jamie en el pecho. Aunque le pitaban los oídos, creyó oír un sonido

estridente de cristales rotos. Oyó chillar a las niñas y un estruendoso chirrido de

neumático sobre asfalto. Luego, por el retrovisor, vio que el coche de sus

atacantes se salía de la carretera. Hubo un fogonazo amarillo en la oscuridad.

Pisó el freno y redujo la velocidad.

—¿Todo el mundo está bien? —gritó.

—¡Dios mío! —exclamó Linda, y le ordenó que parase.

Cuando el coche se detuvo en el arcén, Linda y Jamie salieron a toda prisa y

abrieron las dos puertas traseras.

Bill cubría a Kyra y a Emma con su cuerpo. En la espalda de su gabardina

marrón había una mancha roja del tamaño de un plato de postre. Linda lo apartó

con un movimiento brusco y lo tendió en el suelo.

—¿Emma, estás bien? —gritó Jamie.

La niña lloraba mientras su padre la revisaba de arriba abajo con las manos

para ver si había sangre.

Linda hacía lo mismo con su hija.

—Jamie, ven a este lado. ¡Corre! —le chilló.

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