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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—¿Eso es la cura? —preguntó K.

Ella asintió débilmente.

—Todavía no la hemos probado.

—Pero ¿crees que funcionará?

—Sí, eso espero.

—¿Con eso basta? ¿Hay suficiente para dos?

Mandy dijo que sí.

K se despidió de Easy y trató de decidir qué hacer con la pistola de

Rosenberg. Solo quedaban tres balas en el tambor y no se parecían a ninguna que

hubiese visto nunca.

—¿Me lo puedo quedar? —preguntó el chico más joven, que solo tenía

dieciséis años.

—Es hiperviejo, tío. Es un puto bazuca —dijo K—. ¿Te ves capaz de

manejarlo?

—Pues claro.

Se guardó la vieja pistola en uno de los bolsillos. Con el peso, el pantalón de

chándal se le bajó hasta el culo.

K empujó a Mandy hacia la puerta con tanta fuerza que estuvo a punto de

hacerla caer.

—Vámonos de aquí.

Los BoShaun vieron acercarse las luces de las linternas antes de que los NK

llegaran a la entrada. Cuando atravesaron el cristal roto, quedó claro que el grupo

que salía era distinto del que había entrado. Había un NK menos y una mujer a

la que obligaban a avanzar a punta de pistola.

Keisha también observaba, de puntillas para ver por encima de la pared.

—¿Qué hacen con esa señora? —preguntó entre susurros.

—No lo sé, pero nada bueno —respondió Shaun.

—Tenéis que hacer algo —dijo la chica.

—Ni hablar —terció Boris.

—Que sí. Van a hacerle daño —insistió Keisha.

—Tienen pistolas —señaló Shaun.

—Vosotros tenéis espadas —replicó ella—. Sois como los príncipes de los

cuentos de s.

A Shaun le gustó la palabra.

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