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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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mascarilla y entró en el despacho. Apenas un minuto después, volvió y le ordenó

al otro agente que los cachease, y las chicas se echaron a reír ante lo que tomaron

por una sesión de cosquillas.

—El presidente los recibirá ahora —gruñó el agente con más autoridad.

Las circunstancias habían despojado a Jamie de cualquier sentido de vanidad

que, en otras condiciones, hubiese asociado con una visita al Despacho Oval.

Oliver Perkins, presidente de Estados Unidos desde hacía nada más y nada

menos que un mes, no se encontraba detrás del enorme escritorio Resolute. El

presidente, delgado y de hombros estrechos, estaba sentado en un sillón sin

zapatos y, en una muestra de lasitud, no se había molestado en calzarse para la

ocasión. Tampoco se había molestado en ponerse mascarilla. Había pasado toda

su vida política como congresista de la rural Illinois y, tras hacer carrera

engatusando a propios y extraños hasta alcanzar el puesto de presidente de la

Cámara de Representantes, jamás había esperado ni deseado verse en la posición

que ocupaba en esos momentos.

Más allá de votar y de leer el periódico, Jamie no era un animal político. Su

paternidad en solitario y el trabajo habían consumido todo su tiempo. Sabía

quién era Perkins, por supuesto, pero no tenía ni idea de quién era la mujer que

estaba sentada delante de él. Se preguntó si sería la primera dama. Era

distinguida y tenía sesenta y tantos años, una franja de edad apropiada para ser la

esposa de Perkins. Ella tampoco llevaba mascarilla. Tenía una novela en el

regazo, que cerró de golpe después de marcar el punto con un trozo de papel.

—Doctor Abbott, bienvenido a Washington —saludó Perkins—. No me han

contado gran cosa, pero imagino que está embarcado en una especie de misión.

—Gracias, señor presidente. Es un honor.

—¿Y quiénes son estas señoritas?

—Mis hijas, Emma y Kyra. Bueno, verá, las dos están infectadas.

—Encantado de conocerlos, a todos ustedes —añadió Perkins—. Por qué no

se quitan la mascarilla para que veamos qué aspecto tienen. Las precauciones

parecen absurdas a estas alturas. La vicepresidenta y yo hemos estado en contacto

con muchas personas que han enfermado y, aun así, no hemos sucumbido.

Imagino que no vamos a contagiarnos.

—Yo también soy inmune —aseguró Jamie quitándose la mascarilla—, al

igual que más o menos una quinta parte de la población.

Perkins les presentó a la mujer como Gloria Morningside, anterior secretaria

de Agricultura. Cuando la cara de las niñas quedó a la vista, la vicepresidenta

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