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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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E

n casi todos los coches que Jamie adelantaba o que le adelantaban, los

pasajeros iban amontonados en el reducido espacio interior, apretujados

entre sus pertenencias. En tiempos normales, los conductores no mostraban

demasiado interés por lo que ocurría en otros vehículos, pero aquellos no eran

tiempos normales. En esos momentos en que los coches avanzaban en paralelo,

conductores y pasajeros se quedaban mirando entre ellos como si se reflejaran en

un espejo. ¿Qué hacía aquella otra gente en la carretera? ¿Lo mismo que ellos?

¿Huían de algún sitio? ¿Iban a encontrarse con sus seres queridos? ¿Pensaban que

las cosas estarían mejor en otra parte? ¿Creían que allá donde se dirigían habría

suministro eléctrico? ¿Seguridad?

El tráfico en la autopista de Massachusetts era muy escaso, y en ocasiones

recorrían kilómetros y kilómetros sin encontrarse con ningún vehículo. No había

señal en el sistema de navegación, así que tuvieron que recurrir a una vieja guía

de carreteras. Jamie hizo el primer turno de conducción. Linda iba sentada a su

lado, literalmente de guardia con un fusil de asalto AR-15 que había insistido en

llevar cargado entre sus piernas.

—¿Es necesario? —le había preguntado él.

—¿Qué tal si tú haces de médico y yo de poli?

Kyra y Emma iban pegadas la una a la otra, entre el equipaje que ocupaba el

asiento trasero. Romulus dormía en una almohada sobre sus regazos. A ninguna

de las dos parecía importarle ir tan apretujadas. Antes eran buenas amigas, las

mejores; ahora lo eran incluso más. Dormían acurrucaditas. Se cepillaban los

dientes juntas. Si a una le daban para vestirse una camiseta rosa, la otra señalaba

una camiseta rosa para ponérsela ella.

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