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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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desteñidos de cintura baja. La Mandy de ahora lucía un corte de pelo más

práctico, más corto, y un vestido elegante, pero no había cambiado tanto. Su

delicado rostro era frágil como la porcelana y su cuerpo seguía siendo esbelto, el

resultado de una buena genética y no del ejercicio, como insistía ella. También

olía igual, como si acabara de revolcarse por un prado de flores silvestres. Jamie

nunca había olvidado ese olor. No era una fragancia de frasco, sino que emanaba

de ella; era uno de esos recuerdos sensoriales que, hasta la fecha, todavía

despertaban su añoranza. Jamie no sabía muy bien qué esperar de su reencuentro.

Mandy no era de esas personas que exponían su vida en las redes sociales; la

había buscado en internet, pero su presencia allí era escasa. Lo único que podía

hacer era recordarla como cuando los dos eran unos jovencitos.

Sentado ahora frente a Mandy, pensó que aquella podría ser la misma

habitación en la que ella se había alojado durante aquel primer encuentro del

comité de seguridad. Recordaba perfectamente el aspecto que tenía por la

mañana después de pasar la noche juntos. Su comportamiento había oscilado

entre una felicidad atolondrada y una actitud arrepentida. Y siempre se

comportaba del mismo modo, cada vez que se veían en aquellas reuniones

trimestrales en Bethesda, unas reuniones que Jamie marcaba siempre con un

círculo rojo en su calendario.

—¿Qué tal el vuelo? —le preguntó él.

—Sin contratiempos. ¿Y el tuyo?

—He tardado más en llegar al Logan conduciendo que al Reagan National

volando.

—¿De verdad estamos hablando de cómo nos ha ido el viaje?

Jamie se echó a reír y se apartó un rizo de los ojos.

—Estoy preparándote con un poco de charla intrascendente.

—¿Preparándome para qué?

Él sabía que ella conocía la respuesta.

—Derek no pareció muy contento de oírme.

—¿Ah, no?

—¿No te dijo nada?

Mandy negó con la cabeza, reticente y visiblemente incómoda.

—No sabe nada, ¿no? —peguntó él.

—¡Pues claro que no! ¡Y nunca lo sabrá!

—Mira, por si te lo estás preguntando, yo también me siento culpable. No le

conozco, pero estoy seguro de que está enamorado de ti.

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