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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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puntiaguda. Iba vestido como un contable o un abogado que no acabase de

pillarle el truco a la ropa informal de los viernes, con unos pantalones gris

marengo con la cintura muy alta y un cinturón fino, y una camisa de vestir blanca

con el cuello abierto. Cuando se acercó por el pasillo, Jamie vio que sus ojillos se

posaban en cada uno de los ocupantes del autobús, examinando la remesa.

—¿Es cierto? —preguntó con entusiasmo—. ¿De verdad viaja Gloria

Morningside en este autobús?

—¿Ha oído hablar de mí? —dijo la aludida, algo asombrada.

—Por supuesto que sí —respondió Holland acercándosele—. Cuando Oliver

Perkins dio su último discurso presidencial antes del apagón, usted estaba con él

en el estrado. El señor Streeter me comenta que ahora es usted la presidenta.

¿Qué ha sucedido, en nombre de Dios?

—Viajábamos con parte de esta buena gente cuando el Marine One se

estrelló cerca del lago Junaluska. Oliver no sobrevivió. Yo sufrí heridas graves,

pero la doctora Alexiadis me salvó. Si soy presidenta o no, está abierto a

conjeturas, ya que no hay nadie en situación de tomarme el juramento del cargo.

—Bueno, es un honor darles la bienvenida a mi campamento. Soy Jack

Holland. Mi mujer, Melissa, y yo somos muy aficionados a la historia, de manera

que será un placer inconmensurable hablar con usted de la sucesión presidencial y

de nuestra actual crisis constitucional. Melissa está preparándole el alojamiento

en este preciso instante.

Jamie y Connie cruzaron una mirada. Parecían a punto de competir entre

ellos por ser el primero en manifestar indignación, pero Morningside se les

adelantó.

—Permita que le diga una cosa, señor Holland. No sé a qué se dedican aquí,

pero este hombre, el señor Streeter, es un asesino sin escrúpulos. Ha disparado a

un joven sin provocación previa.

Holland se volvió hacia Streeter.

—Chuck, ¿eso es cierto?

—El muy cabrón me ha atacado con un cuchillo.

—Ya lo ve —dijo Holland—. Defensa propia.

—Eso es mentira —protestó Jamie—. El chico iba desarmado, y estaba

herido cuando este hombre le ha disparado. Defensa propia, una mierda.

—¿Y usted quién es? —preguntó Holland.

—Jamie Abbott.

—Un médico, me cuentan.

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