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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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como por arte de magia de debajo de su asiento. Antes de que él pudiera objetar

nada, Linda desenroscó el tapón y le dio un buen trago para, a continuación,

devolverla al escondrijo, que ahora había dejado de ser secreto.

Ella se le adelantó.

—Es solo un traguito para aliviar la tensión de este día de mierda. Ahora voy

a echarme una siestecita. Cuando me despierte, te relevo al volante en cuanto tú

me digas.

Debían de quedar unas quince o dieciséis horas de trayecto hasta

Indianápolis. Con todos los problemas surgidos durante el camino, habrían

perdido unas cinco horas, así que llegarían como muy pronto al amanecer del día

siguiente. Jamie quería llamar a Mandy o mandarle un mensaje para avisarla de

su demora, pero sabía que era imposible. El primer mensaje de texto se envió en

1992. La primera llamada de móvil se efectuó en 1973. La primera transmisión

de corriente eléctrica se realizó en 1889. En la cabeza de un alfiler cabían miles

de partículas de adenovirus, y esas motas microscópicas estaban haciendo que el

mundo retrocediera cientos de años.

Mientras conducía, pensaba en cómo librarse de su asociación con la

mortífera reina de la priva. A Emma le hacía mucho bien tener una amiga, pero

esa no era razón suficiente para que Linda siguiera con ellos. ¿Era una

superviviente nata? Sin la menor duda. ¿Quería Jamie una sociópata a su lado?

Para nada. Ni siquiera estaba seguro de por qué, en un principio, ella había

querido aliarse con él. ¿Por qué él? ¿Acaso no tenía parientes o amigos?

Linda empezó a roncar. Jamie puso a prueba la profundidad de su sueño

susurrándoles preguntas a Emma y a Kyra.

¿Tenían hambre?

Ambas respondieron que sí, y él les pasó una bolsa en la que aún quedaban

unas cuantas patatas fritas.

¿Tenían sueño?

No recordaba si les había enseñado esa palabra. Por lo visto, no, porque

ponían cara de no saber de qué hablaba. Volvió a preguntárselo y señaló a Linda,

dejando caer la cabeza a un lado e imitando el sonido de los ronquidos.

Encontraron aquello tan divertido y rieron con tantas ganas que Jamie creyó

que despertarían a Linda. Volvió a hacerles la pregunta.

—Yo no sueño —dijo Emma.

—No. Di: «Yo no tengo sueño».

Emma lo expresó correctamente, y Kyra también.

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