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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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El doctor Pai se arrodilló junto a Brian. Se puso unos guantes y, tras apartarle

delicadamente el pelo apelmazado por la sangre, le palpó el cráneo. Le examinó

con una linterna de bolsillo. Le auscultó el pecho.

Dadas las circunstancias, no parecía inclinado a mostrar compasión y se

limitó a decir:

—Este hombre está muerto.

—¿Qué diablos ha pasado, papá?

A Edison le temblaba todo el cuerpo.

—Estaba abajo cuando oí gritar a Delia. Subí corriendo y encontré…

—¿Qué? —lo presionó Joe.

—¡Joder! ¡Encontré a tu hermano encima de ella en la cama!

—¿Qué quieres decir con… «encima de ella»?

—La estaba violando, ¿vale? ¡Tu hermano estaba violando a tu madre!

Joe se llevó una mano a la frente y empezó a respirar con dificultad.

—No podía apartarlo de encima de ella, la agarraba demasiado fuerte. No

podía hacer que parara, y ella gritaba… Oh, Dios, cómo gritaba. Y entonces Seth

y Benjie también se pusieron a gritar, y yo no sabía qué hacer. Solo quería que

parara. Cogí tu bate de béisbol que guardo debajo de la cama. Le golpeé en el

hombro, pero tampoco eso lo detuvo. Así que volví a golpearle y luego lo saqué a

rastras.

—De hecho, ese último golpe fue lo que le detuvo —confirmó el doctor—.

Tiene el cráneo destrozado. Y ahora déjenme ver a los que siguen vivos para que

pueda marcharme.

Dentro del dormitorio, Delia y los otros dos chicos estaban en su propio

mundo, sin interactuar entre ellos.

—Hola, soy el doctor Pai —dijo el médico al entrar.

Joe se quedó en el umbral, llorando. Su mirada oscilaba entre su hermano

muerto en el pasillo y su madre en la cama, completamente desaliñada y con el

camisón subido hasta casi la cintura. Junto a ella había una mancha roja

resplandeciente del tamaño de una bandeja para tartas.

—¿No podías bajarle el camisón? —le preguntó a su padre.

—No me ha dejado acercarme.

Benjamin, aterrado ante la nueva presencia enmascarada, se metió corriendo

en el lavabo, su refugio. Seth se mecía en el suelo abrazándose las rodillas,

encajado en el estrecho espacio entre la cómoda y una esquina. El médico se

acercó a Delia y le preguntó si podían hablar un momento. Su respuesta fue un

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