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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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Y recibió también su beso y su trocito de manzana.

—Voy a enseñarle a tu mamá lo que has aprendido —dijo Jamie—. Se

pondrá muy contenta.

Cuando llegó el momento de la siguiente reunión con el CDC, Jamie marcó el

número y un sistema automatizado le informó de que la llamada comenzaría

cuando el organizador de la conferencia se conectara. La música de espera era un

tanto irritante; al cabo de veinte minutos, resultaba desquiciante.

«Ya está —pensó al colgar—. El CDC está fuera de juego. Estamos solos».

Las noticias de la televisión, si es que se las podía llamar así, daban la misma

impresión de desamparo. La única cadena por cable que emitía

ininterrumpidamente era la CNN, pero ya no contaba con reporteros ni

corresponsales sobre el terreno. Los presentadores que quedaban recurrían a

fragmentos de informaciones extraídas de Twitter o Facebook, de muy escasa

fiabilidad. Solían introducir las noticias con un «No podemos confirmar la

veracidad de…» o un «Por favor, tómense esto con la máxima reserva», antes de

dar paso a desagradables imágenes de saqueos y violencia, escasez de provisiones

o grupos de gente deambulado sin rumbo por las calles de tal o cual ciudad.

La única cobertura con tintes de realidad era la que realizaban los propios

empleados de la CNN cuando informaban sobre su situación personal, girando

las cámaras hacia sí mismos en su autoimpuesta cuarentena en la sede central de

Atlanta, y hablando de sus angustias y miedos por lo que les estaría ocurriendo a

sus familias y amigos allá fuera.

A última hora de la tarde, Jamie estaba cocinando algo de pasta cuando

llamaron al timbre. Llegó al recibidor al mismo tiempo que Linda. La inspectora

dejó su lata de cerveza en una mesita auxiliar y sacó la pistola.

—Por Dios, Linda, no creo que eso sea necesario.

—No contestes —ordenó cuando volvió a sonar el timbre.

Romulus no paraba de ladrar como un poseso y Jamie trató de acallarlo.

—Mi casa, mis reglas —dijo él al fin—. ¿Quién es? —gritó a través de la

puerta.

La respuesta sonó amortiguada:

—Soy Jeff, tu vecino, Jeff Murphy. He visto que había luz.

Unos años atrás, los Murphy habían invitado a cenar a Jamie a su casa, pero

pronto quedó claro que no tenían mucho en común y ahí acabó su intento de

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