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La cura - Glenn Cooper-holaebook-holaebook

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—En nombre de Dios, ¿qué está pasando aquí? —exclamó levantándose.

—Bueno, Blair —dijo el pastor Snider—, como puedes ver, estamos

bautizando a esta niña.

Sin hacer caso de los tirones de manga que le daba su mujer, Edison

prosiguió:

—Pero mirad a vuestro alrededor. Esta es una iglesia de blancos. Y esta niña

no es blanca.

Durante unos segundos, el único sonido que se oyó en el interior del templo

fue el de la madre de la criatura rompiendo a llorar. Entonces el alcalde se puso

en pie en la primera fila, se volvió hacia Edison y le dijo que se sentara y se

callara.

Edison replicó que no iba a sentarse ni a callarse.

El pastor Snider intentó calmar los ánimos diciendo que nadie creía que

aquella fuera una iglesia de blancos, de negros o de morenos, sino simplemente

una iglesia de Dios.

—No pienso rendir culto en una iglesia que acoge a inmigrantes y gente de

color.

Snider le contestó que una bebé adoptada difícilmente podía considerarse

una inmigrante, y que el término «gente de color» podía resultar ofensivo. Sin

embargo, el alcalde no estaba de humor para enzarzarse en debates lingüísticos

cuando su parentela estaba siendo denigrada, de modo que le pidió a Edison que

abandonara la iglesia.

—Mira, Wally —repuso Edison—, ya sé que en este pueblo tienes una voz

tan grande como tu culo, pero aun así no es la única. Hay otras voces aquí.

Fue entonces cuando Ed Villa, el propietario del consultorio de urgencias de

Clarkson, se puso en pie y dijo:

—Escúchame, Blair. Como presbítero de esta iglesia, me gustaría pedir a

nuestros feligreses que voten aquí y ahora: los que estén a favor de permitir que

esta criatura sea bautizada esta mañana y se convierta en un miembro más de

nuestra iglesia, que levanten la mano.

Edison contempló furioso el mar de brazos alzados y luego clavó la mirada en

su mujer y en sus hijos, todos con las cabezas gachas y las manos en el regazo

salvo Brittany, que dijo con voz candorosa:

—A mí me gusta la bebé.

Villa le dijo a Edison que los feligreses habían votado como lo habría hecho

el propio Jesucristo, y le pidió que abandonara la iglesia. Edison respondió

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