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Ella se acercó y se sentó en sus rodillas y, mientras afuera caían las últimas gotas de lluvia,<br />
le ofreció los labios a la imagen fría y hermosa que había creado.<br />
<strong>La</strong> besó en la boca varias veces y su rostro se agrandaba cada vez que se le acercaba. Nunca<br />
había visto nada tan deslumbrante como la calidad de su piel, y como a veces la belleza nos<br />
devuelve imágenes de nuestros pensamientos más nobles, se puso a pensar en la<br />
responsabilidad que tenía para con Nicole y en la responsabilidad de que estuviera en ese<br />
momento a sólo dos puertas de distancia, al otro lado del corredor.<br />
-Ha parado la lluvia -dijo Dick-. ¿No ves cómo se refleja el sol sobre las tejas de pizarra?<br />
Rosemary se levantó e, inclinándose, le dijo la cosa más sincera que hasta entonces le había<br />
dicho:<br />
-Qué buenos actores somos, tanto tú como yo.<br />
Fue hacia el tocador, y en el momento preciso en que hundía el peine en el pelo,<br />
comenzaron a llamar a la puerta pausadamente pero con insistencia.<br />
Se quedaron petrificados. <strong>La</strong>s llamadas se hicieron más insistentes y Rosemary,<br />
acordándose de pronto de que la puerta no estaba cerrada con llave, se peinó de cualquier<br />
manera, le hizo una seña a Dick, que alisó con un movimiento rápido las arrugas que habían<br />
hecho en la cama en el lugar donde habían estado sentados, y fue a abrir la puerta. Dick dijo<br />
con naturalidad y sin levantar demasiado la voz:<br />
-... y si no te apetece salir, se lo diré a Nicole y podemos pasar la última tarde tranquilos.<br />
<strong>La</strong>s precauciones fueron innecesarias, porque los individuos que había al otro lado de la<br />
puerta se encontraban en un estado de desolación tal que sólo se hubieran podido formar un<br />
juicio muy efímero sobre un asunto que no les afectaba. Uno de ellos era Abe, que parecía<br />
haber envejecido varios meses en las últimas veinticuatro horas, y el otro, un negro muy<br />
asustado y preocupado al que Abe presentó como el señor Peterson de <strong>Es</strong>tocolmo.<br />
-Se encuentra en una situación espantosa por mi culpa -dijo Abe-. Tenemos necesidad de<br />
que nos den un buen consejo.<br />
-Venid a nuestra habitación -dijo Dick.<br />
Abe insistió en que fuera también Rosemary y atravesaron el vestíbulo camino de la suite<br />
de los Diver. Jules Peterson, un hombre menudo y de aspecto respetable -parecía uno de<br />
esos negros pulidos que suministran fondos al partido republicano en los <strong>Es</strong>tados<br />
fronterizos-, les siguió.<br />
Al parecer, Peterson había sido testigo del altercado que había tenido lugar en<br />
Montparnasse a primeras horas de la mañana. Había acompañado a Abe a la comisaría de