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Suave Es La Noche

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270<br />

Por primera vez en diez años estaba bajo el influjo de una persona que no era su marido.<br />

Cada cosa que Tommy le decía pasaba a formar parte de ella para siempre.<br />

Se bebieron la botella de vino mientras un viento suave mecía las hojas de los pinos y el<br />

calor sensual de esa hora de la tarde salpicaba de motas cegadoras el mantel a cuadros.<br />

Tommy se colocó detrás de ella y le cubrió los brazos con los suyos y le apretó las manos.<br />

Se rozaron las mejillas y luego los labios y Nicole jadeó, en parte de deseo y en parte de la<br />

sorpresa que le producía la fuerza de ese deseo.<br />

-¿Por qué no mandas a los niños de paseo con la institutriz?<br />

-Tienen clase de piano. En todo caso, no quiero quedarme aquí.<br />

-Bésame otra vez.<br />

Algo más tarde, cuando se dirigían a Niza en coche, Nicole iba pensando: ¿Así que tengo<br />

ojos blancos de bribona? Pues muy bien. Prefiero ser una bribona sana que una puritana<br />

loca.<br />

<strong>La</strong> observación que había hecho Tommy parecía eximirla de toda culpa o responsabilidad y<br />

la idea de pensar en sí misma de una manera nueva la hacía estremecerse de placer. Veía<br />

ante sí nuevos panoramas poblados de rostros de muchos hombres a ninguno de los cuales<br />

tendría que obedecer o incluso querer. Aspiró profundamente, encogió los hombros con un<br />

movimiento voluptuoso y se volvió a Tommy.<br />

-¿<strong>Es</strong> necesario que vayamos a Montecarlo, a tu hotel?<br />

Él frenó tan bruscamente que las ruedas chirriaron.<br />

-¡No! -contestó-. ¡Dios mío, en mi vida he sido tan feliz como lo soy en este momento!<br />

Habían atravesado Niza siguiendo la ruta de la Costa Azul y empezaban a subir a la<br />

Corniche media. De pronto Tommy se desvió hacia la costa, llegó hasta el extremo de una<br />

obtusa península y detuvo el coche en la parte de atrás de un pequeño hotel a la orilla del<br />

mar.<br />

Todo era tan tangible que por un momento Nicole sintió miedo. En recepción un americano<br />

mantenía una interminable discusión con el encargado acerca del tipo de cambio de la<br />

moneda. Mientras Tommy rellenaba el formulario para la policía, dando su nombre<br />

auténtico y otro falso para Nicole, ella lo observaba todo como a distancia, tranquila en<br />

apariencia pero por dentro sintiéndose mal. <strong>La</strong> habitación que les dieron era típicamente<br />

mediterránea, bastante austera y más o menos limpia, oscurecida por el fulgor del mar. Los<br />

placeres más sencillos, en los lugares más sencillos. Tommy pidió dos coñacs y, en cuanto<br />

el camarero cerró la puerta tras sí, se sentó en la única silla que había, moreno, apuesto y

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