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Suave Es La Noche

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186<br />

-Coñac, no. Si quieres puedes tomar una cerveza -¿Por qué no puedo tomar coñac?<br />

-Vamos a dejar eso. Mira: toda esa historia de la chica son delirios tuyos. ¿Entiendes esa<br />

palabra?<br />

-Sí. Cada vez que veo algo que no quieres que vea son delirios míos.<br />

Dick se sentía de algún modo culpable, como en una de esas pesadillas en las que se nos<br />

acusa de un crimen que sin duda reconocemos como algo que hemos vivido pero que al<br />

despertar comprendemos que no hemos cometido. Apartó los ojos de ella.<br />

-He dejado a los niños con una gitana en una caseta. Deberíamos ir a por ellos.<br />

-¿Quién te crees que eres? -dijo ella-. ¿Svengali?<br />

Quince minutos antes formaban una familia. Pero ahora se veía obligado a arrinconar a<br />

Nicole con el hombro para que no escapara, y le parecía todo, su matrimonio, los hijos, un<br />

peligroso accidente.<br />

-Vámonos a casa.<br />

-¡A casa! -rugió Nicole, con la voz tan descontrolada que en los tonos más altos temblaba<br />

y se quebraba-. ¿A estarme sentada pensando que nos estamos pudriendo y que las cenizas<br />

de los niños se pudren en cada caja que abro? -¡Qué asco!<br />

Dick notó, casi con alivio, que lo que decía le estaba sirviendo de catarsis, y Nicole, que<br />

estaba hipersensibilizada, leyó en el rostro de él su cambio de actitud. Su propio rostro se<br />

serenó y le rogó:<br />

-¡Ayúdame, Dick! ¡Ayúdame!<br />

A Dick le invadió una sensación de angustia. Era terrible que una torre tan hermosa no se<br />

mantuviera firme en el suelo, sino sólo suspendida, suspendida de él. Hasta cierto punto<br />

aquello era justo. Para eso estaban los hombres, para ser puntal e idea, viga maestra y<br />

logaritmo. Pero en cierto modo Dick y Nicole habían pasado a ser uno y el mismo, no seres<br />

opuestos y complementarios; ella era también Dick, era la médula de sus huesos. Él no<br />

podía ver cómo Nicole se desintegraba sin ser parte de esa desintegración. Su intuición se<br />

desbordó en ternura y compasión. No le quedaba más remedio que recurrir a los métodos<br />

modernos y hacer intervenir a un tercero: llamaría a una enfermera de Zurich para que se<br />

hiciera cargo de ella durante la noche.<br />

-Tú me puedes ayudar.<br />

<strong>La</strong> dulzura con que trataba de imponer su voluntad le hacía perder el sentido a Dick.<br />

-Tú me has ayudado otras veces y puedes ayudarme ahora.

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