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Suave Es La Noche

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Franz llamó a su mujer, que estaba en la cocina: -Du lieber Gott! Bitte, bringe Dick noch<br />

ein Glas-Bier. -No debo seguir bebiendo si he de ir a ver a Dohmler. -Hemos pensado que<br />

lo mejor sería hacerse un plan.<br />

Han pasado ya cuatro semanas y parece que la chica está enamorada de ti. En<br />

circunstancias normales, eso no sería asunto nuestro, pero mientras ella esté en la clínica sí<br />

que nos atañe. Dick asintió.<br />

-Haré lo que diga el doctor Dohmler.<br />

Pero tenía poca fe en que Dohmler fuera a arrojar mucha luz sobre el asunto. Él mismo era<br />

el elemento incalculable de la situación, en la que se había visto envuelto sin que tuviera<br />

conciencia de haberlo querido. Le recordaba una ocasión en su infancia en que todos los de<br />

la casa andaban buscando la llave del armario en que se guardaba la vajilla de plata y él<br />

sabía que la había escondido debajo de los pañuelos en el primer cajón de la cómoda de su<br />

madre. En aquella ocasión había experimentado una indiferencia filosófica, y esa misma<br />

sensación tenía ahora al dirigirse con Franz al despacho del profesor Dohmler.<br />

El profesor, con su bello rostro enmarcado por patillas rectas, como la terraza de una<br />

espléndida mansión cubierta de parras, le desarmó. Dick conocía a algunas personas que<br />

tenían más talento, pero a nadie de una categoría cualitativamente superior a la de Dohmler.<br />

(Seis meses más tarde volvió a pensar lo mismo al ver a Dohmler muerto, pero entonces ya<br />

no había luz en la terraza, las parras de sus patillas rozaban su cuello duro y las<br />

innumerables batallas que habían presenciado aquellos ojos como hendiduras habían<br />

quedado silenciadas para siempre bajo los párpados frágiles y delicados.)<br />

-Buenos días, señor profesor.<br />

Permaneció en posición de firme, como si se encontrara de nuevo en el cuartel.<br />

El profesor Dohmler entrelazó los dedos en un gesto reposado. Franz se puso a hablar en<br />

parte como oficial de enlace y en parte como secretario, hasta que su superior le interrumpió<br />

a mitad de una frase.<br />

-Nosotros hemos andado parte del camino -dijo con dulzura-. Para seguir necesitamos su<br />

ayuda, doctor Diver. Dick se sintió indefenso.<br />

-<strong>Es</strong> que yo no veo las cosas tan ciarás -confesó.<br />

-Sus reacciones personales no me interesan -dijo Dohmler-. Lo que sí me interesa, y<br />

mucho, es que se ponga fin a esta supuesta «transferencia» -y al decir esto lanzó una breve<br />

mirada irónica a Franz, que éste le devolvió-. <strong>La</strong> señorita Nicole va sin duda muy bien, pero<br />

no está en condiciones de sobrevivir a lo que podría tomar como una tragedia.

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