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Suave Es La Noche

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206<br />

-Tengo una visita... No, no muy bien. Tengo que ir a probarme un vestido para la película y<br />

puede que tarde mucho... No, ahora no.<br />

Como si se hubiera sentido liberada al desaparecer el carrito, Rosemary sonrió a Dick. Era<br />

una sonrisa que parecía querer decir que los dos juntos habían conseguido librarse de todas<br />

las penalidades del mundo y ahora estaban en paz en su paraíso particular.<br />

-Ya está hecho -dijo-. No sé si sabrás que me he pasado la última hora preparándome para<br />

recibirte.<br />

Pero el teléfono volvió a sonar. Dick se levantó para quitar su sombrero de la cama y<br />

ponerlo en la banqueta del equipaje y Rosemary, alarmada, tapó el micrófono con la mano.<br />

-¡No te estarás yendo!<br />

-No.<br />

Cuando terminó de hablar, Dick trató de conseguir que le dedicara la tarde a él, diciendo:<br />

-Ahora espero que la gente me dé nutrimento.<br />

-Yo también -convino Rosemary-. El hombre que me acaba de telefonear conoció una vez<br />

a un primo segundo mío. ¿Te imaginas que se pueda llamar a alguien por un motivo así?<br />

Dejó la habitación a media luz en preparación para el amor. ¿Para qué si no iba a querer<br />

ocultarse a su vista? <strong>La</strong>s palabras que Dick le dirigía eran como cartas, como si tardaran un<br />

tiempo en llegar a ella después de que las hubiera pronunciado.<br />

-Me cuesta estar aquí sentado, tan cerca de ti, sin besarte.<br />

Entonces se besaron apasionadamente en el centro de la habitación. Ella se apretó contra él<br />

y luego volvió a su sillón.<br />

No podían seguir así, en aquella situación meramente agradable. Había que avanzar o<br />

retroceder. Cuando, una vez más, sonó el teléfono, Dick fue al dormitorio y se tendió en la<br />

cama, con la novela de McKisco abierta. Enseguida entró Rosemary y se sentó junto a él.<br />

-Tienes unas pestañas larguísimas -observó.<br />

-Nos encontramos de nuevo en la fiesta de fin de curso. Entre los presentes está la señorita<br />

Rosemary Hoyt, que se vuelve loca por las pestañas...<br />

Rosemary le besó y Dick la atrajo hacia sí para que se echara en la cama junto a él, y<br />

entonces se besaron hasta quedar ambos sin aliento. Rosemary tenía una respiración joven,<br />

apasionada y excitante. Sus labios estaban levemente agrietados pero eran suaves en las<br />

comisuras.

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