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Suave Es La Noche

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El juego les había acalorado, y Nicole tuvo un reflejo tan automático liberándose del brazo<br />

de Kaethe que cayó en la grosería. Kaethe se quedó en una postura desmañada, con la mano<br />

colgando en el vacío, y entonces reaccionó también, verbalmente y de manera deplorable.<br />

-¿<strong>Es</strong> que creías que te iba a abrazar? -le espetó-. Era sólo por Dick. Acabo de hablar por<br />

teléfono con él y siento mucho...<br />

-¿<strong>Es</strong> que le ha pasado algo a Dick?<br />

Kaethe se dio cuenta inmediatamente de su error, pero ya no se podía echar atrás y no le<br />

quedaba más remedio que contestar a Nicole, que la acosaba con la misma pregunta: «¿Qué<br />

es lo que sientes mucho?».<br />

-No, no le pasa nada a Dick. Tengo que hablar con Franz.<br />

-Sí. Sí le pasa algo.<br />

Parecía aterrada, y los niños, que estaban muy cerca, al verla se habían asustado también.<br />

Kaethe tuvo que soltarlo:<br />

-Tu padre está enfermo en <strong>La</strong>usana. Dick quiere hablar con Franz de eso.<br />

-¿<strong>Es</strong>tá muy grave? -preguntó Nicole, y en-ese momento apareció Franz con su aire de<br />

médico campechano. Kaethe, agradecida, le pasó la carga a él. Pero el mal ya estaba hecho.<br />

-Me voy a <strong>La</strong>usana -anunció Nicole.<br />

-Un momento -dijo Franz-. No creo que sea aconsejable. Tengo que hablar primero por<br />

teléfono con Dick.<br />

¡Entonces perderé el tren de bajada -protestó Nicole- y también el tren que sale a las tres<br />

de Zurich! Si mi padre se está muriendo, tengo que...<br />

Dejó la frase en el aire, no se atrevía a decirlo.<br />

-Tengo que ir. Tengo que correr si no quiero perder el tren.<br />

Al decir esto ya había empezado a correr hacia la hilera de vagones chatos que coronaban la<br />

colina pelada con una explosión de vapor y ruido. Volviendo la cabeza, grito:<br />

-¡Si telefoneas a Dick, dile que voy para allá, Franz!<br />

Dick estaba en su habitación del hotel leyendo The New York Herald cuando irrumpió la<br />

monja con aspecto de golondrina, y al mismo tiempo se puso a sonar el teléfono.<br />

-¿Se ha muerto? -le preguntó Dick a la monja, esperanzado.

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