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-Tenga usted en cuenta, señor Morris, que algunas personas no van a renunciar a lo que<br />
para ellas es un alimento sólo porque su hijo...<br />
-¡Pero usted es un médico, maldita sea! -gritó furioso Morris-. Si un obrero se bebe una<br />
cerveza, allá él. Pero usted se supone que está aquí para curar.<br />
-Bueno, ya está bien. Su hijo vino aquí porque era un cleptómano.<br />
-¿Y por qué lo era? -dijo casi chillando-. Por la bebida. Por la negra bebida. ¿Sabe de qué<br />
color es el negro? ¡Negro! ¿Sabe por qué colgaron a un tío mío? ¡Por la bebida! ¡Y mando a<br />
mi hijo a un sanatorio y hay un médico que apesta a alcohol!<br />
-Haga el favor de marcharse.<br />
-¿Que haga el favor? ¡Somos nosotros los que queremos irnos!<br />
-Si se mostrara usted un poco más sereno, le podríamos decir cuáles han sido los<br />
resultados del tratamiento hasta la fecha. Naturalmente, dada su actitud, no queremos que<br />
su hijo siga siendo paciente nuestro.<br />
-¿Sereno? ¿Se atreve usted a hablarme a mí de estar sereno?<br />
Dick llamó al doctor <strong>La</strong>dislau y, al acercarse, le dijo:<br />
-¿Haría el favor de despedir al paciente y a su familia en representación de la clínica?<br />
Le hizo un ligero saludo a Morris y se metió en su despacho, quedándose rígido un rato<br />
nada más cerrar la puerta. <strong>Es</strong>tuvo observando hasta que se alejó el coche la partida de<br />
aquellos padres groseros con su retoño insulso y degenerado. Era fácil pronosticar el paso<br />
de aquella familia por Europa, intimidando a gente superior a ellos con su exceso de<br />
ignorancia y de dinero. Pero lo que ocupó el pensamiento de Dick tras la desaparición de<br />
aquella caravana fue la cuestión de si podía haber provocado él el incidente en alguna<br />
medida. En las comidas bebía clarete, antes de acostarse se tomaba algo caliente mezclado<br />
por lo general con ron y a veces se tomaba una ginebra o dos por la tarde, pero la ginebra<br />
era la bebida más difícil de detectar en el aliento. <strong>Es</strong>taba tomando, como promedio, casi<br />
medio litro de alcohol al día, demasiado para que su organismo lo pudiera eliminar.<br />
Venciendo la tentación que sentía de justificar su hábito, fue a su escritorio y se puso por<br />
escrito, como si fuera una receta, un régimen para reducir a la mitad la cantidad de alcohol<br />
que consumía. A los médicos, a los chóferes y a los pastores protestantes no se les debía<br />
notar nunca en el aliento que habían bebido, como no ocurría con los pintores, los corredores<br />
de comercio y los oficiales de caballería. Lo único que Dick se reprochaba era su falta<br />
de discreción. Pero el asunto no se había aclarado ni mucho menos media hora después<br />
cuando Franz, que se sentía como nuevo después de pasar quince días en la montaña,