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Suave Es La Noche

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175<br />

-Me voy a la cama -anunció Nicole. Dick la acompañó hasta la puerta del ascensor.<br />

-Me iría contigo, pero tengo que demostrarle a Franz que lo mío no es el trabajo de<br />

clínica.<br />

Nicole se metió en el ascensor.<br />

-Baby tiene mucho sentido común -dijo pensativa.<br />

-Baby es una de las...<br />

<strong>La</strong> puerta se cerró de golpe y, enfrentado a un zumbido de motor, Dick terminó la frase<br />

para sí: «Baby es una mujer frívola y egoísta».<br />

Pero dos días después, cuando acompañaba a Franz a la estación en el trineo, Dick<br />

reconoció que la idea le parecía bien.<br />

-<strong>Es</strong>tamos empezando a entrar en un círculo vicioso -reconoció-. Viviendo a este ritmo se<br />

tiene una serie de tensiones inevitables, y Nicole no puede soportarlas. Además, los veranos<br />

en la Riviera cada vez tienen menos de bucólicos. Ya sólo falta que el año que viene<br />

organicen una temporada social en toda regla.<br />

Veían al pasar el verde vibrante de las pistas de patinaje, donde resonaba la música de<br />

valses de Viena, y los colores de muchos colegios de montaña refulgentes contra el azul<br />

pálido del cielo.<br />

-<strong>Es</strong>pero que lo consigamos, Franz. Tú eres la única persona con la que lo intentaría.<br />

¡Adiós, Gstaad! Adiós, rostros lozanos, florecillas frías, copos de nieve en la oscuridad.<br />

¡Adiós, Gstaad, adiós!<br />

XIV<br />

Dick se despertó a las cinco después de haber tenido un largo sueño sobre la guerra, fue<br />

hasta la ventana y se puso a contemplar el lago de Zug. El sueño había comenzado de una<br />

manera majestuosa y sombría: unos hombres de uniforme azul marino cruzaban una plaza<br />

oscura por detrás de unas bandas que tocaban el segundo movimiento de El amor de las tres<br />

naranjas de Prokofiev. Luego habían aparecido unos coches de bomberos, símbolos del<br />

desastre, y había habido una espantosa sublevación de los mutilados en un hospital de<br />

campaña. Dick encendió la lámpara de su mesilla de noche y anotó todo lo que recordaba<br />

del sueño, terminando con las palabras en parte irónicas «Neurosis de guerra del no<br />

combatiente».

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