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El corazón le latía furiosamente mientras se vestía. Diez minutos después salía del ascensor<br />
al vestíbulo en penumbra. El taxista que había traído el recado se había marchado ya; el<br />
portero le consiguió otro taxi y le dijo al taxista las señas de la cárcel. Mientras iban en el<br />
taxi, la oscuridad empezaba a disiparse lentamente y los nervios de Baby, aún no despiertos<br />
del todo, se resentían de aquel inestable equilibrio entre la noche y el día. En su mente<br />
inició una carrera contra el día. A veces, en las anchas avenidas, era ella la que ganaba,<br />
pero cada vez que la incipiente claridad hacía una pequeña pausa, se veía empujada por<br />
ráfagas de viento que, impacientes, la obligaban a continuar su lenta ascensión. El taxi pasó<br />
ante una ruidosa fuente cuya agua al caer formaba una sombra voluminosa, torció y se<br />
metió en una callejuela de trazado tan curvo que los edificios se habían combado y estirado<br />
para poder seguirlo, pasó dando tumbos y traqueteando por suelos adoquinados y se paró<br />
con una sacudida ante dos garitas de centinela que destacaban contra un muro húmedo y<br />
verdoso. De pronto, desde la oscuridad violácea de un corredor llegó la voz de Dick, que<br />
gritaba desgañitándose.<br />
-¿No hay ningún inglés? ¿No hay ningún americano? ¿No hay ningún inglés? ¿No hay<br />
ningún...? ¡Oh Dios! ¡Cerdos italianos!<br />
Su voz se apagó y Baby oyó un ruido sordo de golpes en la puerta. Luego volvió a oírse la<br />
voz de Dick.<br />
-¿<strong>Es</strong> que no hay ahí ningún americano? ¿Ningún inglés?<br />
Baby recorrió el pasillo siguiendo la voz hasta que, al llegar a un patio, se quedó un<br />
momento desorientada y por fin localizó la salita de guardia de donde procedían los gritos.<br />
Dos carabinieri se pusieron en pie sobresaltados al verla, pero Baby pasó ante ellos<br />
rápidamente y se dirigió a la puerta de la celda.<br />
-¡Dick! -exclamó-. ¿Qué es lo que ha pasado?<br />
-Me han sacado un ojo -dijo Dick con voz lastimera-. Me pusieron las esposas y luego me<br />
golpearon, los malditos... los...<br />
Baby, echando chispas por los ojos, dio un paso hacia los dos carabinieri.<br />
-¿Qué le han hecho? -murmuró, con tal fiereza que los dos se echaron hacia atrás previendo<br />
que iba a tener un acceso de ira.<br />
-Non capisco inglese.<br />
Los maldijo en francés. Su furia era tal que dominaba todo aquel espacio y envolvía a los<br />
dos hombres, hasta que éstos se amilanaron y trataron de quitarse de encima todo el peso de<br />
la culpa que dejaba caer sobre ellos.<br />
-¡Hagan algo! ¡Hagan algo!