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99<br />
-Probablemente las más jóvenes son las esposas - dijo Nicole.<br />
Parapetado tras su vaso de vino, Dick las volvió a mirar. En su expresión de felicidad, en la<br />
dignidad que emanaba de sus personas, percibió toda la madurez de una América más vieja.<br />
Por un momento, aquellas mujeres de aspecto sereno que habían ido allí a llorar a sus seres<br />
queridos, su pérdida irreparable, hicieron que el comedor pareciera hermoso. Y durante ese<br />
momento, Dick se vio sentado de nuevo en la rodilla de su padre, cabalgando con Moseby,<br />
mientras las viejas lealtades y afectos se debatían en torno suyo. Haciendo casi un esfuerzo,<br />
se volvió a las dos mujeres de su mesa e hizo frente a todo el mundo nuevo en el que creía.<br />
¿Te importa que baje las cortinas?<br />
XXIII<br />
Abe North seguía en el bar del Ritz. Llevaba allí desde las nueve de la mañana. Cuando<br />
llegó, en busca de asilo, las ventanas estaban abiertas y unos grandes haces de luz levantaban<br />
afanosamente el polvo de las alfombras y cojines impregnados de humo. Los<br />
botones, liberados e incorpóreos, recorrían a toda velocidad los corredores, pues por el momento<br />
se movían por el puro espacio. El salón bar reservado para las mujeres, que estaba<br />
enfrente del bar propiamente dicho, parecía minúsculo; resultaba difícil imaginar todo el<br />
gentío al que podía dar cabida por la tarde.<br />
El famoso Paul, el concesionario, no había llegado aún, pero Claude, que estaba haciendo<br />
inventario, interrumpió su trabajo sin parecer sorprenderse más de lo debido para prepararle<br />
un cóctel a Abe. Abe se sentó en una banqueta adosada a la pared. Después de un par de<br />
copas empezó a sentirse mejor, hasta tal punto que subió a la barbería para que le afeitaran.<br />
Cuando regresó al bar ya había llegado Paul en su automóvil de diseño especial, del que se<br />
había bajado en Boulevard des Capucines, como debía ser. A Paul le caía bien Abe y se<br />
acercó a conversar con él.<br />
-Tenía que haberme embarcado esta mañana para América -dijo Abe-. Quiero decir, ayer<br />
por la mañana, o cuando fuera.<br />
-¿Y qué pasó? -preguntó Paul.<br />
Abe se puso a reflexionar hasta que se le ocurrió una explicación.<br />
-<strong>Es</strong>taba leyendo una novela por capítulos en Liberty y el siguiente capítulo iba a salir aquí<br />
en París, así que si me hubiera embarcado me lo habría perdido, nunca lo habría podido<br />
leer.