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Suave Es La Noche

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145<br />

En la confusión de la llegada, mientras Dick se colgaba la mochila al hombro y se dirigía a<br />

recoger su bicicleta por el andén, se encontró a Nicole a su lado.<br />

-¿<strong>Es</strong> que no se aloja en nuestro hotel? -preguntó.<br />

-<strong>Es</strong>toy haciendo economías.<br />

-¿Por qué no viene a cenar con nosotros?<br />

En aquel momento se armó cierta confusión con los equipajes.<br />

-Le presento a mi hermana. El doctor Diver, de Zurich.<br />

Dick saludó a una joven de veinticinco años, alta y segura de sí misma. Como había<br />

conocido a otras mujeres que, como ella, llevaban los labios pintados como una flor abierta<br />

dispuesta a ser libada, pensó que, a pesar de tener una presencia que imponía, debía ser<br />

vulnerable.<br />

-Me dejaré caer después de la cena -prometió Dick-. Primero tengo que aclimatarme.<br />

Montó en su bicicleta y se alejó, sintiendo los ojos de Nicole fijos en él, sintiendo sobre sí<br />

la desesperación de su primer amor, que se le enroscaba dentro. Subió los trescientos<br />

metros de cuesta que había hasta el otro hotel, pidió una habitación y se encontró de pronto<br />

lavándose sin el menor recuerdo de los últimos diez minutos. En su mente sólo había una<br />

especie de exaltación ebria surcada de voces; voces insignificantes que no sabían hasta qué<br />

punto era amado.<br />

IX<br />

Le estaban esperando y sin él estaban incompletos. Seguía siendo el elemento imprevisible.<br />

En la señorita Warren y el joven italiano se leía la expectación tan claramente como en<br />

Nicole. El salón del hotel, cuya acústica era legendaria, era exclusivamente para bailar,<br />

pero había una pequeña galería de inglesas de cierta edad con gargantillas, el pelo teñido y<br />

la cara con polvos de un gris rosado, y de americanas de cierta edad con pelucas blancas<br />

como la nieve, vestidos negros y los labios rojo cereza. <strong>La</strong> señorita Warren y Mar-mora<br />

ocupaban una mesa que estaba en un rincón. Nicole estaba a treinta metros de distancia, en<br />

posición diagonal con respecto a ellos, y al llegar Dick oyó su voz:<br />

¿Me oye? Le estoy hablando sin forzar la voz. -Perfectamente.<br />

-Hola, doctor Diver.

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