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Suave Es La Noche

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-Deberías saber que no se puede hacer nada por nadie -repuso-. Si Abe y yo fuéramos dos<br />

universitarios compañeros de cuarto y se hubiera emborrachado por primera vez, sería<br />

diferente. Ahora ya no se puede hacer nada.<br />

-Bueno, en todo caso tengo que quedarme. Dice que no se irá a la cama si no vamos antes<br />

con él a Les Halles - dijo, en tono casi de desafío.<br />

Dick le dio un beso rápido en el hueco del codo.<br />

-No dejes que Rosemary se vaya sola al hotel -le dijo Nicole a Mary al marcharse-. Nos<br />

sentimos responsables ante su madre.<br />

Algo más tarde, junto con los North, un fabricante de voces de muñeca de Newark, el<br />

omnipresente Collis y un indio corpulento y untuoso, espléndidamente vestido, que se llamaba<br />

George T. Horseprotection, Rosemary iba subida en una furgoneta encima de<br />

montones de zanahorias. <strong>La</strong> tierra que había en los tallos de las zanahorias despedía un<br />

dulce aroma en la oscuridad, y Rosemary estaba sentada tan en lo alto que apenas podía ver<br />

a los demás en la penumbra apenas interrumpida por la luz de las escasas farolas. <strong>La</strong>s voces<br />

de los otros parecían llegar de muy lejos, como si estuvieran experimentando cosas ajenas a<br />

ella, ajenas y remotas, pues en su corazón seguía con Dick, se había arrepentido de haberse<br />

ido con los North y su único deseo era estar en el hotel con él dormido al otro lado del<br />

corredor o que él estuviera allí junto a ella en aquella penumbra cálida en la que estaba<br />

sumergida.<br />

-¡No subas! -le gritó a Collis-. Se van a desmoronar las zanahorias.<br />

Le arrojó una a Abe, que iba sentado al lado del conductor con la rigidez de un anciano.<br />

Y algo más tarde, iba por fin camino del hotel en plena luz del día, cuando las palomas ya<br />

alborotaban en torno a Saint-Sulpice. A todos les entró la risa porque sabían que seguía<br />

siendo la noche anterior, mientras que toda la gente q ue había por las calles se imaginaba<br />

que era una mañana soleada.<br />

«Por fin he ido de juerga -pensó Rosemary-. Aunque sin Dick no tiene ninguna gracia».<br />

Se sentía triste y ligeramente traicionada, pero de pronto apareció ante sus ojos un objeto en<br />

movimiento. Era un gran castaño de Indias en flor que transportaban a los Campos Elíseos<br />

atado en un largo camión y que estaba simplemente desternillándose de risa, como se<br />

podría reír en una situación humillante una persona encantadora que se siente pese a todo<br />

segura de sus encantos. Rosemary lo miró fascinada y se identificó con él, rió alegremente<br />

con él y todo de pronto le pareció maravilloso.

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