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Suave Es La Noche

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típico de las fuerzas que los separaban de los simples arreglos en que habían convenido en<br />

un principio en Zurich.<br />

Del «¿no sería estupendo que...?» habían pasado al «¡qué estupendo va a ser cuando...!».<br />

Y después de todo, no era tan estupendo. Dick había llegado ya a no distinguir entre lo que<br />

era su trabajo y los problemas de Nicole y, por si fuera poco, los ingresos de ella habían<br />

aumentado con tal rapidez últimamente que parecían empequeñecer su propio trabajo.<br />

Además, con el objetivo de que Nicole se curara, había fingido durante muchos años adaptarse<br />

a una estricta vida de familia de la que cada vez se sentía más alejado, y seguir<br />

fingiendo resultaba más arduo en aquel ambiente de suave inmovilidad, en el que se veía<br />

inevitablemente sometido a un examen microscópico. Que Dick no pudiera ya tocar en el<br />

piano lo que le apeteciera era una indicación de que la vida transcurría por cauces cada vez<br />

más estrechos. Permaneció largo rato en la gran sala escuchando el zumbido del reloj<br />

eléctrico, escuchando el paso del tiempo.<br />

En noviembre las olas ennegrecieron y saltaban por encima del malecón al paseo marítimo;<br />

el poco ambiente veraniego que aún quedaba desapareció y las playas presentaban un<br />

aspecto melancólico y desolado bajo el mistral y la lluvia. EI hotel de Gausse estaba<br />

cerrado por reformas y ampliaciones y las obras del casino de verano de Jean-les-Pins<br />

habían avanzado mucho y presentaban un aspecto imponente. Cada vez que iban a Cannes<br />

o a Niza, Dick y Nicole conocían gente nueva: miembros de orquestas, dueños de<br />

restaurantes, entusiastas de la horticultura, navieros -pues Dick se había comprado una vieja<br />

lancha- y miembros del Sindicato de Iniciativas. Conocían bien a sus criados y se<br />

preocupaban de la educación de los niños. En diciembre Nicole parecía estar ya<br />

restablecida. Después de haber pasado un mes sin tensiones, sin labios apretados, sonrisas<br />

incomprensibles u observaciones de significado insondable, se fueron a los Alpes suizos a<br />

pasar las fiestas de Navidad.<br />

XIII<br />

Antes de entrar, Dick se sacudió con la gorra la nieve que cubría su traje de esquiar azul<br />

oscuro. El gran salón, en cuyo suelo habían dejado sus huellas, como picadura de viruelas,<br />

innumerables botas de suela claveteada a lo largo de dos decenios, había sido despejado<br />

para el baile de la hora del té, y un grupo numeroso de americanos jóvenes, internos en<br />

colegios de los alrededores de Gstaad, brincaba al alegre compás de No traigas a Lulú o<br />

tenía un estallido violento al atacar la orquesta un charlestón. Formaban una colonia de<br />

gente joven y adinerada pero de gustos sencillos: los verdaderamente ricos, los que hacían

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