Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
191<br />
que después de una orgía desastrosa trata de ganarse a los miembros de su familia hablando<br />
con cada uno de ellos por separado, cuando a todos les resulta evidente que lo único que<br />
quiere es recuperar su dignidad para poder arrogarse su poder anterior.<br />
Dick tenía consigo todas las revistas que había podido encontrar en el aeropuerto: The<br />
Century, The Motion Picture, Illustration y el Fliegende Blätter, pero resultaba más divertido<br />
bajar con la imaginación a aquellos pueblecitos y saludar a los personajes rurales. Se<br />
sentaba en las iglesias como se sentaba en la iglesia de su padre en Buffalo, rodeado de las<br />
ropas domingueras obligatoriamente almidonadas. <strong>Es</strong>cuchaba las sabias palabras del<br />
Cercano Oriente, fue Crucificado, Muerto y Sepultado, en la alegre iglesia, y una vez más<br />
le entraba la preocupación de si debía poner cinco o diez centavos en el cepillo, pensando<br />
en la chica que estaba en el banco de detrás de él.<br />
El inglés cambió de pronto unas palabras con él y le preguntó si le podía dejar las revistas,<br />
y Dick, contento de quedarse sin ellas, pensó en el viaje que le esperaba. Como un lobo<br />
bajo la piel de cordero de su traje de lana australiana de hebra larga, se imaginó todo un<br />
mundo de placeres: el Mediterráneo incorruptible, con el polvo entrañable de la antigüedad<br />
incrustado en los troncos de los olivos, la muchacha campesina de Savona, que tenía un<br />
rostro tan verde y tan rosa como el color de un misal iluminado. <strong>La</strong> tomaría en sus brazos y<br />
la pasaría al otro lado de la frontera...<br />
... pero allí la abandonaría: debía seguir su camino hacia las islas griegas, las aguas oscuras<br />
de puertos desconocidos, la muchacha perdida en la orilla, la luna de las canciones<br />
populares. Una parte de la mente de Dick estaba ocupada por los recuerdos chillones de su<br />
infancia. Sin embargo, en esa desordenada tienda de saldos había conseguido mantener viva<br />
la precaria llama de la inteligencia.<br />
XVII<br />
Tommy Barban era un líder. Tommy era un héroe. Dick se lo encontró por casualidad en<br />
Munich, en la Marienplatz, en uno de esos cafés en donde los tahúres de tres al cuarto<br />
echaban los dados en esteras con pretensiones de alfombra. Todo eran discusiones políticas<br />
y ruido de naipes en el ambiente.<br />
Tommy estaba en una de las mesas y se reía con su risa marcial: ¡Umb-jajaja! ¡Umb-jajaja!<br />
Por lo general bebía poco. Su juego era el valor y sus camaradas le tenían siempre un poco<br />
de miedo. Hacía poco que un cirujano de Varsovia le había extirpado una octava parte de la<br />
superficie del cráneo, que se estaba soldando bajo el pelo, y el tipo más endeble de los que<br />
se encontraban en el café le podría haber matado simplemente golpeándole con el nudo de<br />
una servilleta.