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Suave Es La Noche

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terraza, que sentía caliente bajo sus pies desnudos. En el aire había sonidos secretos. Un<br />

pájaro insistente proclamaba su triunfo malévolo periódicamente en los árboles que<br />

rodeaban la pista de tenis. Se oían las pisadas de alguien que paseaba en la parte trasera del<br />

hotel haciendo un recorrido circular; el sonido de las pisadas cambiaba del camino de tierra<br />

al paseo de gravilla y los escalones de cemento y volvía a repetirse en sentido inverso cada<br />

vez. Más allá del mar de tinta, en lo alto de aquella sombra negra que era una colina vivían<br />

los Diver. Los imaginó juntos en aquel momento; oía el eco, muy remoto en el tiempo y en<br />

el espacio, de una canción que seguían cantando, una especie de himno que se elevaba<br />

como humo en el cielo. Los niños dormían. <strong>La</strong> verja estaba cerrada, como cada noche.<br />

Regresó a su cuarto y, tras ponerse una bata ligera y unas alpargatas, volvió a salir por la<br />

puerta-ventana y recorrió la terraza, que seguía a lo largo de la fachada, hasta la puerta<br />

principal. Iba a paso ligero, pues se había dado cuenta de que daban a la terraza otras<br />

habitaciones privadas cuyos ocupantes dormían profundamente. Se detuvo al ver una figura<br />

sentada en la ancha escalinata blanca de la entrada principal. Era Luis Campion y estaba<br />

llorando.<br />

Lloraba desconsoladamente pero en silencio y se estremecía del mismo modo que lo habría<br />

hecho una mujer. Rosemary no pudo resistir la tentación de recrear una escena de un<br />

personaje que había interpretado el año anterior y, avanzando hacia él, le tocó en el<br />

hombro. Sorprendido, dio un pequeño grito.<br />

-¿Qué es lo que le pasa?<br />

<strong>La</strong> mirada de ella era directa y amable, sin una sombra de curiosidad morbosa.<br />

-¿Le puedo ayudar en algo?<br />

-Nadie puede ayudarme. Lo sabía. <strong>Es</strong> sólo culpa mía. Siempre es lo mismo.<br />

-Pero ¿de qué se trata? ¿No quiere decírmelo?<br />

<strong>La</strong> miró para considerar si se lo decía o no.<br />

-No -decidió-. Cuando sea más mayor sabrá lo que es sufrir cuando se ama. <strong>La</strong> agonía de<br />

los que aman. <strong>Es</strong> preferible ser joven y frío que amar. Me ha pasado otras veces pero nunca<br />

como ahora. Tan accidentalmente. Cuando todo empezaba a ir bien.<br />

Su cara era repulsiva a la incipiente luz del alba. Ni con el gesto más fugaz o el menor<br />

movimiento de un músculo dejó ella traslucir el asco repentino que le producía aquello,<br />

fuese lo que fuese. Pero la sensibilidad de Campion lo captó y cambió de tema de manera<br />

más bien abrupta.<br />

-Abe North anda por aquí.

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