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Se dirigió a la ventanilla de Pierce, pero éste estaba atendiendo a una cliente, y Dick vio<br />
que no le quedaba otro remedio que presentarle el cheque a Casasús, en la ventanilla de al<br />
lado, que estaba libre en ese momento.<br />
-Hola, qué tal, Diver -le saludó Casasús cordialmente. Se puso en pie, desplegando el<br />
bigote con su sonrisa-. El otro día estábamos hablando de Featherstone y me acordé de<br />
usted. Ahora vive en California.<br />
Dick abrió más los ojos y se inclinó un poco. -¿En California?<br />
-<strong>Es</strong>o es lo que me dijeron.<br />
Dick le tendió el cheque con aplomo y, a fin de que Casasús concentrara su atención en él,<br />
miró hacia la ventanilla de Pierce, con quien intercambió un instante una mirada de divertida<br />
complicidad cuyo objeto era recordar una broma de tres años atrás, de cuando<br />
Pierce estaba liado con una condesa lituana. Pierce le siguió el juego manteniendo una<br />
sonrisa forzada hasta que Casasús autorizó el cheque y no le quedó otro recurso para<br />
retener a Dick, que le era muy simpático, que levantarse ajustándose las gafas y repetir:<br />
-Pues sí, ahora vive en California.<br />
Entre tanto Dick se había dado cuenta de que Perrin, que estaba en la primera de las<br />
ventanillas, estaba charlando con el campeón del mundo de los pesos pesados. Por la manera<br />
en que le devolvió la mirada comprendió que había estado pensando en llamarle para<br />
presentárselo, pero que al final había decidido que no.<br />
Tras esquivar los intentos de Casasús de ser sociable con toda la intensidad que había<br />
acumulado mientras estaba rellenando el cheque -es decir, que se puso a mirar el cheque<br />
fijamente, como estudiándolo, y luego concentró la mirada en los graves problemas que<br />
parecía haber más allá de la primera columna de mármol, a la derecha del busto del<br />
propietario del banco, y se dedicó a cambiar de manos el bastón, el sombrero y las cartas<br />
que llevaba-, se despidió y salió. Hacía ya mucho que tenía comprados los servicios del ordenanza:<br />
un taxi se paró junto al bordillo.<br />
-Lléveme a los estudios de Films Par Excellence. <strong>Es</strong>tán en un callejón, en Passy. Vaya a la<br />
Muette y yo le indicaré el camino desde allí.<br />
Le había creado tal inseguridad todo lo que había ocurrido en las últimas cuarenta y ocho<br />
horas que ni siquiera sabía exactamente lo que quería hacer. Pagó el taxi en la Muette y<br />
caminó desde allí hasta los estudios, cruzando al otro lado de la calle antes de llegar al<br />
edificio. Pese a la prestancia que le daba lo elegante de su ropa hasta en sus menores<br />
detalles, se sentía dominado e impulsado por instintos puramente animales. Sólo podría<br />
recuperar la dignidad si renegaba de su pasado, si echaba abajo todo el esfuerzo de los<br />
últimos seis años. Comenzó a dar la vuelta a la manzana con paso enérgico, con el mismo