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Dick salió del taxi. Junto a la puerta del Bonbonieri un hombre estaba discutiendo con los<br />
taxistas y trató de explicarle a Dick cuál era la actitud de éstos; uno de ellos volvió a<br />
acercarse, insistiendo y gesticulando, y Dick lo apartó de un empujón..<br />
-Quiero ir al Hotel Quirinal.<br />
-Dise quiere siento lire -explicó el intérprete.<br />
-Sí, ya lo sé. Le doy cincuenta liras. Lárguese de una vez.<br />
<strong>Es</strong>to último se lo había dicho al que más insistía, que había vuelto a pegársele. El hombre le<br />
miró y escupió con desprecio.<br />
Dick sintió cómo se le acumulaba de golpe toda la vehemente impaciencia de esa semana<br />
hasta no quedarle otro desahogo que la violencia, que era el recurso tradicional, el recurso<br />
honorable de su país; dio un paso adelante y abofeteó a aquel hombre.<br />
Se lanzaron todos sobre él, amenazantes, agitando los brazos y tratando de rodearle sin<br />
conseguirlo. Dick, de espaldas contra la pared, asestaba golpes al azar, medio riéndose, y<br />
durante unos minutos representaron ante la puerta aquella parodia de pelea, en la que todo<br />
eran empujones, acometidas frustradas y puñetazos en el vacío. De pronto Dick dio un<br />
traspié y se cayó al suelo; se había hecho daño, pero trató de levantarse luchando contra<br />
brazos que de repente se apartaron. Había intervenido alguien, una voz nueva, y empezó<br />
una nueva discusión, pero él se apoyó en la pared, jadeante y furioso por el oprobio de que<br />
había sido objeto. Se daba cuenta de que nadie se ponía de su parte, pero se negaba a<br />
considerar que la razón no fuera suya. Iban a ir a la comisaría de policía a zanjar aquel<br />
asunto. Recuperaron su sombrero y se lo entregaron; alguien le agarró del brazo sin hacer<br />
presión apenas y, junto con los taxistas, dio la vuelta a la esquina y entró en una habitación<br />
inhóspita en donde unos carabinieri holgazaneaban a la luz mortecina de una bombilla.<br />
Ante una mesa estaba sentado un capitán, a quien el solícito individuo que había parado la<br />
pelea le explicó detalladamente en italiano lo que había pasado, señalando de vez en<br />
cuando a Dick y dejándose interrumpir por los taxistas, que soltaban entrecortados insultos<br />
y acusaciones. El capitán comenzó a sacudir la cabeza con impaciencia. Levantó la mano y<br />
la hidra de cuatro cabezas, con unas cuantas exclamaciones últimas, cesó su discurso.<br />
Luego se volvió a Dick.<br />
-¿Habla italiano? -preguntó.<br />
-No.<br />
-¿Habla français?<br />
-Oui -dijo Dick, mirándole ceñudo.