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¡Qué exquisita consideración para con el hotel! Y como el señor McBeth había podido ver<br />
con sus propios ojos, dos noches antes, esa cualidad que distinguía al doctor Di-ver, aceptó<br />
aquella historia sin ninguna reserva.<br />
Un momento después llegaba el señor McBeth y enseguida se le sumó un gendarme. En el<br />
intervalo, tuvo tiempo para susurrarle a Dick:<br />
-Puede estar seguro de que no se verá implicado en esto el nombre de ninguno de nuestros<br />
huéspedes. No sabe cómo le agradezco las molestias que se ha tomado.<br />
El señor McBeth tomó de inmediato medidas que sólo cabe imaginar, pero que en todo caso<br />
tuvieron el efecto sobre el gendarme de hacerle atusarse el bigote en un frenesí de desasosiego<br />
y codicia. <strong>Es</strong>cribió algunas notas de rutina y llamó por teléfono a su puesto. Entre<br />
tanto, con una celeridad que Jules Peterson, como hombre de negocios, habría entendido<br />
perfectamente, fueron trasladados los restos mortales a otra habitación de uno de los hoteles<br />
más elegantes del mundo.<br />
Dick regresó a su salón.<br />
-¿Qué ha pasado? -exclamó Rosemary-. ¿<strong>Es</strong> que todos los americanos que hay en París se<br />
pasan la vida pegándose tiros unos a otros?<br />
-Sí, parecería que es ahora la temporada de caza -respondió Dick-. ¿Dónde está Nicole?<br />
-Creo que está en el baño.<br />
Le adoraba por haberla salvado. Le habían pasado por la mente, como una profecía, todos<br />
los desastres que podrían haber ocurrido como consecuencia de aquel suceso y había escuchado,<br />
casi con arrebato místico, cómo lo había arreglado todo en aquel tono tan firme,<br />
convincente y cortés. Se sentía atraída hacia él con todo el impulso de su alma y su cuerpo,<br />
pero Dick parecía estar pendiente de otra cosa y entró en el dormitorio para ir al cuarto de<br />
baño. Y entonces Rosemary también oyó, cada vez más fuerte, un sonido infrahumano que<br />
atravesaba los ojos de las cerraduras y los intersticios de las puertas, penetraba en la suite,<br />
invadiéndola, y volvía a tomar la forma del horror.<br />
Pensando que tal vez Nicole había sufrido una caída en el cuarto de baño y se había<br />
lastimado, Rosemary siguió a Dick. Pero lo que pudo ver antes de que Dick le tapara la<br />
vista con un movimiento brusco presentaba un aspecto totalmente diferente.<br />
Nicole estaba arrodillada junto a la bañera y se balanceaba a uno y otro costado.<br />
-¡Ah, eres tú! -gritó-. Te tienes que meter en el único lugar del mundo en el que puedo tener<br />
alguna intimidad, con tu colcha manchada de sangre roja. Si quieres, me la pondré. No me<br />
da ninguna vergüenza, aunque fue una pena. El Día de los Inocentes tuvimos una fiesta en