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Y pese a todo, había decidido quedarse otros dos años en Zurich, pues no subestimaba la<br />
importancia de hacer juguetes con una precisión y paciencia infinitas.<br />
Aquel día fue a la clínica Dohmler, a orillas del lago de Zurich, a ver a Franz Gregorovius.<br />
Franz, uno de los psiquiatras residentes, que era vaudois de nacimiento y tenía unos años<br />
más que Dick, le estaba esperando en la parada del tranvía. Tenía el aspecto sombrío y<br />
soberbio de un Cagliostro, que contrastaba con su mirada angelical. Era el tercero de los<br />
Gregorovius; Krapaelin había sido discípulo de su abuelo cuando la psiquiatría estaba<br />
empezando a salir de la oscuridad de los tiempos. Era orgulloso, vehemente y manso como<br />
un cordero y se las daba de hipnotizador. Si bien el genio original de la familia ya estaba un<br />
poco gastado, no cabía duda de que Franz llegaría a ser un excelente clínico.<br />
Camino de la clínica, le dijo:<br />
-¿Por qué no me hablas de tu experiencia en la guerra? ¿Te ha cambiado como a los<br />
demás? Tienes la misma cara bobalicona y sin edad de todos los americanos, pero me<br />
consta que tú no tienes nada de tonto, Dick.<br />
-No vi la guerra ni de lejos. Debiste haberlo deducido por mis cartas, Franz.<br />
-<strong>Es</strong>o no importa. Tenemos pacientes con neurosis de guerra que simplemente oyeron de<br />
lejos un bombardeo. Incluso unos cuantos que lo único que hicieron fue leer los periódicos.<br />
-Todo eso me suena más bien sin sentido.<br />
-Quizá no lo tenga, Dick, pero nuestra clínica es para ricos, así que nunca decimos que<br />
algo no tiene sentido.<br />
Dime la verdad: ¿has venido hasta aquí para verme a mí o para ver a esa chica?<br />
Se miraron de soslayo. Franz sonreía enigmáticamente.<br />
-Naturalmente, leí las primeras cartas -dijo ahuecando la voz, para darle un tono más<br />
oficial-. Cuando los cambios empezaron, no las seguí abriendo por delicadeza. A decir<br />
verdad, ese caso había pasado a ser tuyo.<br />
-¿Entonces está bien? -preguntó Dick.<br />
-Perfectamente. Yo me ocupo de ella. En realidad, me ocupo de la mayoría de los<br />
pacientes ingleses y americanos. Me llaman doctor Gregory.<br />
-Deja que te explique lo de esa chica -dijo Dick-. No la vi más que una vez, ésa es la<br />
verdad. <strong>Es</strong>a vez que fui a despedirme de ti antes de marcharme a Francia. Era la primera<br />
vez que me ponía el uniforme y me sentía con él como si llevara un disfraz. Iba por ahí<br />
saludando a soldados rasos y esas cosas.