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-Casi siempre eran sobre hombres que iban a atacarla, hombres que conocía o que viera<br />
por la calle... cualquiera...<br />
Le habló de su alarma y su angustia, de los horrores que tienen que soportar las familias en<br />
esas circunstancias, del poco éxito que habían tenido todos los intentos que hicieron en los<br />
<strong>Es</strong>tados Unidos y, por último, de la fe en que un cambio de aires resultara beneficioso, lo<br />
que le había hecho afrontar el bloqueo marítimo y la presencia de submarinos y llevar a su<br />
hija a Suiza.<br />
-En un crucero de los <strong>Es</strong>tados Unidos -precisó con cierta arrogancia-. Con un poco de<br />
suerte lo pude arreglar. Y supongo que no necesito añadir -dijo, esbozando una sonrisa de<br />
disculpa- que, en lo que atañe al dinero, no se plantea el menor problema.<br />
-Por supuesto que no -asintió el doctor Dohmler secamente.<br />
Se estaba preguntando por qué le estaría mintiendo aquel hombre y qué era lo que trataba<br />
de ocultar.<br />
Y si no, ¿a qué se debía aquel aire de falsedad que había impregnado toda la habitación<br />
desde que aquel hombre tan atractivo con traje de tweed se había dejado caer en su sillón<br />
con elegancia deportiva? Allí afuera, en aquel día de febrero, había un pobre pajarito al que<br />
le habían cortado las alas, una verdadera tragedia, mientras que dentro de aquel despacho<br />
todo era demasiado endeble, endeble y falso.<br />
-Ahora me gustaría hablar con ella unos minutos -dijo el doctor Dohmler pasando al inglés,<br />
como si de esa manera pudiera acercarse más a Warren.<br />
Varios días después, cuando ya Warren había regresado a <strong>La</strong>usana y dejado a su hija en la<br />
clínica, el doctor y Franz anotaron en la ficha de Nicole lo siguiente:<br />
Diagnostic: schizophrénie. Phase aigüe en décroissance. <strong>La</strong> peur des hommes est un<br />
symptorne de la maladie, et n'est point constitutionnelle. Le pronostic doit rester réservé.<br />
Y se pusieron a esperar, con un interés cada vez mayor a medida que pasaban los días, la<br />
segunda visita que les había prometido el señor Warren.<br />
<strong>La</strong> visita tardaba mucho en producirse. Pasados quince días, le escribió el doctor Dohmler.<br />
Como a pesar de eso seguían sin tener noticias suyas, el doctor Dohmler hizo lo que para<br />
aquellos días era «una locura»: telefoneó al Gran<br />
Hotel de Vevey. El criado del señor Warren le informó de que este se encontraba en esos<br />
momentos haciendo las maletas, pues se disponía a regresar a los <strong>Es</strong>tados Unidos. Pero al<br />
recordársele que los cuarenta francos suizos de la conferencia se iban a reflejar en la<br />
contabilidad de la clínica, la sangre de guardia de las Tullerías que tenía el criado vino en<br />
ayuda del doctor Dohmler, y el señor Warren se puso al teléfono.