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Suave Es La Noche

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192<br />

-Te presento al príncipe Chillicheff...<br />

Éste era un ruso de cara grisácea y estropeada que tendría unos cincuenta años.<br />

-... y al señor McKibben, y al señor Hannan.<br />

<strong>Es</strong>te último, que era una especie de bola vivaracha de pelo y ojos negros, un verdadero<br />

payaso, le dijo inmediatamente a Dick:<br />

-... Antes de darle la mano, quiero que me explique una cosa: ¿Por qué anda por ahí<br />

tonteando con mi tía?<br />

-¿Cómo dice?<br />

-Ya me ha oído. En todo caso, ¿qué es lo que tiene que hacer aquí en Munich?<br />

-¡Umb-jajaja! -rió Tommy.<br />

-¿<strong>Es</strong> que no tiene usted tías? ¿Por qué no tontea con ellas?<br />

Dick se echó a reír, con lo cual el otro cambió de táctica.<br />

-Bueno. No vamos a hablar más de tías. ¿Cómo sé yo que no es todo un invento suyo?<br />

Llega usted aquí, un completo desconocido al que no hace ni media hora que conozco<br />

y me viene con no sé qué historia disparatada de sus tías. ¿Cómo puedo saber<br />

yo todas las cosas suyas que se ha callado?<br />

Tommy rió de nuevo y luego dijo, afablemente pero con firmeza:<br />

-Ya está bien, Carly. Siéntate, Dick. ¿Cómo estás? ¿Cómo está Nicole?<br />

A Tommy ningún hombre le inspiraba mucha simpatía, ni tampoco sentía la presencia de<br />

otro hombre con mucha intensidad. Siempre estaba perfectamente relajado, preparado para<br />

el combate, como ocurre con los buenos deportistas que, cuando están de suplentes, están<br />

realmente descansando la mayor parte del tiempo, mientras que alguien menos preparado<br />

hace creer que está descansando pero la constante tensión nerviosa le deja físicamente<br />

agotado.<br />

Hannan, que nunca se daba por vencido del todo, pasó a un piano que estaba al lado de la<br />

mesa y, con el rencor pintado en el rostro cada vez que miraba a Dick, se puso a jugar con<br />

el teclado, murmurando de vez en cuando «Tus tías» y, con una cadencia mortecina, «En<br />

todo caso, yo no he dicho tías. Lo que dije fue crías».<br />

-Bueno, ¿cómo estás? -volvió a decir Tommy-. No tienes un aire tan... (no le salía la<br />

palabra)... tan desenvuelto como solías. Tan animado. Bueno, ya me entiendes.

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