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Suave Es La Noche

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174<br />

XVIII.<br />

-Puede que en cierto modo dejaran de llevarlas, pero...<br />

-No en cierto modo. Realmente dejaron de llevarlas. -Dick, tú siempre has tenido unos<br />

modales tan exquisitos -dijo Baby en tono conciliador.<br />

<strong>La</strong>s mujeres le miraban con cierta inquietud por entre aquel parque zoológico de abrigos. El<br />

inglés más joven no entendía nada -era de esos que se pasaban la vida saltando por cornisas<br />

y balcones como si se encontraran en la arboladura de un barco- y llenó el tiempo hasta que<br />

llegaron al hotel con una ridícula historia de un combate de boxeo con su mejor amigo que<br />

había durado una hora y en el curso del cual se habían demostrado el cariño que se tenían y<br />

se habían hecho un sinfín de magulladuras, pero siempre con gran reticencia. A Dick le<br />

entraron ganas de tomarle el pelo.<br />

-<strong>Es</strong> decir, que con cada golpe que le daba le consideraba usted mejor amigo todavía.<br />

-Le respetaba más.<br />

-Lo que no acabo de entender es la premisa. Usted y su mejor amigo se ponen a pelear por<br />

un asunto sin importancia...<br />

-Si no lo entiende, ¡para qué se lo voy a explicar! -dijo el inglés joven con frialdad.<br />

«<strong>Es</strong>to es con lo que me voy a encontrar si me pongo a decir lo que pienso», se dijo Dick.<br />

Se arrepintió de haberle provocado, pues se daba cuenta de que lo absurdo estaba en la<br />

forma tan compleja en que había narrado una historia que reflejaba una actitud muy<br />

inmadura.<br />

<strong>La</strong> animación estaba en su apogeo y entraron, como el resto de la gente, en la parrilla del<br />

hotel, en donde un barman tunecino jugaba con las luces haciendo una especie de<br />

contrapunto cuya otra melodía era la luna sobre la pista de hielo, que se podía ver a través<br />

de los grandes ventanales. A Dick le pareció que bajo aquella luz la muchacha había<br />

perdido vitalidad e interés, y dejó de mirarla para gozar de la oscuridad, de las puntas<br />

encendidas de los cigarrillos que se volvían de un verde plateado cuando las luces eran<br />

rojas, de la franja blanca que se extendía sobre los que bailaban cuando se abría y cerraba la<br />

puerta que daba al bar.<br />

-Dime una cosa, Franz. ¿Tú crees que después de haberte pasado la noche bebiendo<br />

cerveza vas a poder convencer a tus pacientes cuando vuelvas de que eres un hombre de<br />

carácter? ¿No crees que van a pensar más bien que eres un gastrópata?

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