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Suave Es La Noche

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66<br />

Aquello no preocupó a Rosemary, que hasta hacía muy poco no había tenido ocasión de<br />

enterarse ni siquiera de que era atractiva, y su atractivo, por tanto, no le parecía que fuese<br />

exactamente algo con lo que había nacido, sino más bien algo que había adquirido, como el<br />

francés que sabía. No obstante, en el taxi miró a Nicole comparándose con ella. Aquel<br />

cuerpo encantador y aquella boca delicada, a veces apretada, a veces entreabierta al mundo<br />

en actitud expectante, parecían estar hechos para el amor. Nicole había sido una belleza de<br />

niña y seguiría siendo una belleza cuando fuera mayor porque la piel se mantendría estirada<br />

en torno a los pómulos salientes: lo fundamental era la estructura ósea de su rostro. Su pelo<br />

había sido de un rubio casi blanco, como el de los nórdicos, pero ahora que se le había<br />

oscurecido resaltaba más su belleza que cuando era como una nube y más hermoso que ella<br />

misma.<br />

-Ahí vivíamos -dijo de pronto Rosemary señalando un edificio de Rue des Saints-Péres.<br />

-Qué extraño. Porque cuando yo tenía doce años, mamá, Baby y yo pasamos un invierno<br />

ahí.<br />

Y Nicole señaló un hotel que estaba justo en la otra acera. Tenían ante sí las dos fachadas<br />

deslucidas, como ecos grises de su niñez.<br />

-Acabábamos de construir la casa de <strong>La</strong>ke Forrest y estábamos haciendo economías -<br />

continuó Nicole-. Al menos Baby y yo y la institutriz hacíamos economías y mamá viajaba.<br />

-Nosotras también estábamos haciendo economías -dijo Rosemary, consciente de que esa<br />

expresión tenía un sentido diferente para cada una.<br />

-Mamá siempre ponía mucho cuidado en decir que era un pequeño hotel.<br />

Nicole soltó una de sus risitas cortas, tan atractivas.<br />

-O sea, en lugar de decir que era un hotel «barato». Si algunos de nuestros amigos más<br />

ostentosos nos pedían las señas, nunca decíamos: «Vivimos en un cochambroso agujero del<br />

barrio apache donde debemos dar gracias de que haya agua corriente», sino: «<strong>Es</strong>tamos en<br />

un pequeño hotel». Como si los grandes hoteles fueran demasiado ruidosos y vulgares para<br />

nosotras. Por supuesto, los amigos siempre nos veían el plumero y se lo iban contando a<br />

todo el mundo, pero mamá solía decir que lo único que aquello demostraba era que nos<br />

conocíamos Europa al dedillo. Ella se la conocía, por supuesto: era alemana de nacimiento.<br />

Pero su madre era americana y ella se había educado en Chicago y era más americana que<br />

europea.<br />

Faltaban dos minutos para la hora en que se tenían que reunir con los demás, y Rosemary<br />

trató de hacerse fuerte de nuevo mientras salían del taxi en Rue Guynemer, frente a los<br />

jardines de Luxemburgo. Iban a comer al piso ya levantado de los North, desde el que se<br />

dominaba toda la verde masa de hojas. El día le parecía a Rosemary diferente del día

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