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Suave Es La Noche

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184<br />

Los labios de ella se abrieron de pronto en una sonrisa tan espantosa que a Dick se le hizo<br />

un nudo en la garganta, pero hizo como que no la había visto y repitió.<br />

-Sí, sí, ya voy -contestó, como arrancando las palabras de alguna historia que se estuviera<br />

desarrollando en su interior a tal velocidad que él no podía captarla-. No te preocupes, que<br />

ya voy.<br />

-Pues ven, entonces.<br />

Le dio la espalda a Dick cuando él se puso a caminar a su lado, pero seguía con la misma<br />

sonrisa, burlona y remota. <strong>La</strong>nier le tuvo que repetir algo que le estaba diciendo varias<br />

veces y sólo entonces consiguió concentrar su atención en un objeto, un espectáculo de<br />

marionetas, que le sirvió como punto de orientación.<br />

Dick no sabía muy bien qué hacer. <strong>La</strong> dualidad de puntos de vista en su relación con ella -el<br />

del marido y el del psiquiatra- entorpecía cada vez más sus facultades. Durante esos seis<br />

años Nicole le había hecho cruzar la línea divisoria en varias ocasiones, y le había<br />

desarmado al lograr inspirarle compasión o bien mediante algún rasgo de ingenio fantástico<br />

y sin relación con nada, de forma que sólo cuando ya había concluido el episodio y él<br />

mismo se había relajado, había tenido claridad mental suficiente para percatarse de que<br />

Nicole se había salido con la suya arrastrándole a un compartimiento no conforme a lo que<br />

él juzgaba razonable.<br />

Tras una discusión con Topsy sobre si el Polichinela de aquel teatro de marionetas era el<br />

mismo Polichinela que habían visto el año anterior en Cannes, la familia reanudó su paseo a<br />

cielo abierto entre las casetas. <strong>La</strong>s anchas tocas de las mujeres, sus corpiños de terciopelo y<br />

sus faldas amplias y alegres de muchos cantones parecían de lo más recatado frente al<br />

colorido de los carromatos y las casetas pintados de azul y naranja. Se oía el tintineo<br />

lastimero de algún espectáculo seudooriental.<br />

De repente Nicole echó a correr, tan de repente que por un instante Dick no se dio cuenta.<br />

Vio a lo lejos su vestido amarillo mezclándose con el gentío, un punto de color ocre en la<br />

frontera entre lo real y lo irreal, y se lanzó tras ella. Ella corría en secreto y en secreto él la<br />

seguía. Cuando el calor de la tarde se volvía más sofocante e insoportable se dio cuenta de<br />

que con la huida de Nicole se había olvidado de los niños; giró sobre sus talones y volvió<br />

corriendo a por ellos, los agarró a cada uno por un brazo y recorrió ansiosamente con ellos<br />

las casetas.<br />

-Madame! -le gritó a una joven que estaba tras una rueda de lotería blanca-. <strong>Es</strong>t-ce que ¡e<br />

peux laisser ces pétits avec vous deux minutes? C'est tris urgent. Je vous donnerai dix<br />

francs.<br />

-Mais oui.

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