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El policía asintió con la cabeza y se mordió el labio superior, convencido de que estaba<br />
diciendo la verdad pero decepcionado.<br />
-¿Qué ha ocurrido? -preguntó Nicole.<br />
Le mostró las palmas de las manos e hizo un mohín con la boca. Había empezado a<br />
encontrarla atractiva y le brillaban los ojos.<br />
-Pues ya ve, madame. Un incidente de verano. Al señor Afghan North le robaron y presentó<br />
una denuncia. Ya liemos detenido al malhechor y el señor Afghan debería identificarlo y<br />
formular los cargos en que se basa su denuncia.<br />
Nicole se ciñó más la bata y despidió rápidamente al policía. Se bañó y se vistió en un<br />
estado de perplejidad. Para entonces eran más de las diez y llamó a Rosemary, pero no<br />
contestaba. Entonces telefoneó a la recepción y le dijeron que, efectivamente, Abe se había<br />
registrado esa misma mañana a las seis y media. Sin embargo, seguía sin ocupar su habitación.<br />
Decidió esperar en el salón de la suite a que Dick diera señales de vida. Justo cuando<br />
ya se había cansado de esperar y se disponía a salir, llamaron de recepción anunciando: -El<br />
señor Crawshow, un négre.<br />
-¿Qué es lo que quiere? -preguntó.<br />
-Dice que le conoce a usted y al docteur. Dice que hay un señor Freeman en la cárcel que<br />
es amigo de todo el mundo. Dice que es una injusticia y que quiere ver al señor North<br />
antes de que lo detengan a él.<br />
-No sabemos nada de esa historia.<br />
Nicole se desentendió de todo aquel asunto colgando el teléfono con un golpe brusco. <strong>La</strong><br />
grotesca reaparición de Abe le hizo ver claramente que estaba más que harta de la vida<br />
desordenada que llevaba aquél. Para tratar de apartarlo de su mente salió a la calle, se<br />
encontró con Rosemary en el modisto y se fue con ella a comprar flores artificiales y<br />
collares de cuentas multicolores en Rue de Rivoli. Ayudó a Rosemary a escoger un<br />
diamante para su madre y unos echarpes y estuches para cigarrillos muy originales para<br />
regalar a colegas suyos en California. A su hijo le compró soldados de<br />
plomo romanos y griegos, todo un ejército de ellos que le costó más de mil francos. Una<br />
vez más, gastó cada una su dinero de manera diferente y Rosemary volvió a admirar la<br />
manera de gastar que tenía Nicole. Nicole tenía la seguridad de que el dinero que gastaba<br />
era suyo, mientras que Rosemary aún seguía pensando que el dinero le había llegado en<br />
forma milagrosa y, por tanto, tenía que ser muy cuidadosa con él.<br />
Qué divertido era gastar dinero en aquella ciudad extranjera en un día de sol, las dos con<br />
unos cuerpos tan saludables que inundaban sus rostros de color; con brazos y manos,