Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
37<br />
IX<br />
Era una noche oscura y límpida, colgada como en un cesto de una única estrella poco<br />
brillante. <strong>La</strong> resistencia del aire denso amortiguaba el sonido de la bocina del coche que iba<br />
delante. El chófer de Brady conducía despacio. <strong>La</strong>s luces traseras del otro coche aparecían<br />
de vez en cuando después de doblar alguna curva, hasta volver a desaparecer por completo.<br />
Pero al cabo de diez minutos volvieron a ver el coche, parado a un lado de la carretera. El<br />
chófer de Brady aminoró la marcha para frenar detrás, pero como inmediatamente empezó<br />
a andar de nuevo lentamente, lo adelantaron. En el instante en que lo pasaban, oyeron voces<br />
que la discreción de la limusina no permitía distinguir y vieron que el chófer de los Diver<br />
sonreía irónicamente. Siguieron, y atravesaron velozmente zonas de noche cerrada y otras<br />
de noche más clara hasta bajar al fin por una serie de tramos que eran como una montaña<br />
rusa y conducían a la gran mole del hotel de Gausse.<br />
Rosemary dormitó unas tres horas y cuando despertó, permaneció tendida en la cama, como<br />
en suspenso a la luz de la luna. Envuelta en la erótica oscuridad, agotó el futuro rápidamente,<br />
con todas las eventualidades que podrían llevar a un beso, aunque era un beso tan<br />
borroso como los de las películas. Cambió de postura en la cama deliberadamente –primer<br />
signo de insomnio de su vida- y trató de pensar en aquella cuestión con la mente de su<br />
madre. En ese proceso solía ser más perspicaz de lo que permitía su experiencia, ya que<br />
recordaba cosas de viejas conversaciones que había asimilado oyéndolas sólo a medias.<br />
Rosemary había sido educada para el trabajo. <strong>La</strong> señora Speers había empleado en la<br />
educación de su hija el escaso dinero que le habían dejado los hombres de los que había<br />
enviudado, y cuando la vio florecer tan espléndidamente a los dieciséis años, con aquel pelo<br />
tan extraordinario, se apresuró a llevarla a Aix-les-Bains y se presentó con ella sin ser<br />
anunciadas en la suite de un productor norteamericano que se estaba recuperando allí.<br />
Cuando el productor se marchó a Nueva York, fueron con él. De esa manera había<br />
aprobado Rosemary su examen de ingreso. Dado el éxito que luego había tenido y la<br />
subsiguiente promesa de relativa estabilidad, la señora Speers se había sentido en libertad<br />
aquella noche para darle a entender lo siguiente:<br />
-Fuiste educada para que trabajaras, no especialmente para casarte. Ya te ha llegado tu<br />
primera prueba que superar y es una prueba excelente. Sigue adelante y, ocurra lo que<br />
ocurra, utilízalo como experiencia. Te puedes hacer daño tú misma o se lo puedes hacer a<br />
él, pero nada de lo que ocurra te podrá perjudicar, porque desde el punto de vista<br />
económico eres un chico, no una chica.<br />
Rosemary nunca había reflexionado mucho, salvo acerca de las innumerables virtudes de su<br />
madre, por lo que aquella impresión de que al fin se rompía el cordón umbilical le impedía<br />
dormir. Un amago de amanecer penetró por las puertas-ventanas. Se levantó y salió a la