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Suave Es La Noche

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198<br />

Se acercó un poco más y la sombra se hizo a un lado. Lo más probable era que le rechazara<br />

desdeñosamente tomándole por uno de esos viajantes sinvergüenzas de los que él había<br />

oído hablar en su juventud. El corazón le latía fuertemente ante la presencia de lo<br />

desconocido, lo inexplorado, lo que no se podía analizar ni explicar. De repente se dio la<br />

vuelta, y al mismo tiempo la muchacha rompió la figura que formaba su silueta contra el<br />

follaje, le dio un rodeo a un banco con paso no apresurado pero firme y tomó el sendero<br />

que llevaba de vuelta al hotel.<br />

A la mañana siguiente, acompañado de un guía y otros dos hombres, Dick emprendió el<br />

ascenso al Birkkarspitze. ¡Qué magnífica sensación oír desde arriba los cencerros de las<br />

vacas que pastaban en los prados más altos! Dick deseaba que llegara ya la noche para estar<br />

en el albergue feliz con su fatiga y confiado en la autoridad del guía, deleitándose en su<br />

propio anonimato. Pero al mediodía el tiempo cambió. Cayó aguanieve y granizo y los<br />

truenos retumbaron en las montañas. Dick y uno de los otros dos excursionistas querían<br />

seguir, pero el guía se negó. Con gran pesar iniciaron el camino de regreso a Innsbruck,<br />

lleno de dificultades, con intención de volver a salir al día siguiente.<br />

Después de haber cenado y de haberse bebido una botella de vino del país bastante fuerte<br />

en el comedor desierto, Dick sintió una gran desazón; sin saber por qué, hasta que se acordó<br />

del jardín. Se había cruzado con la muchacha en el vestíbulo antes de la cena y esta vez ella<br />

le había mirado con interés, pero aquello le seguía preocupando: ¿Por qué? Si en mis<br />

tiempos podía haber conseguido a casi todas las mujeres bonitas que hubiera querido, ¿por<br />

qué empezar ahora? ¿Con un fantasma, con un fragmento de mi deseo? ¿Por qué?<br />

Su imaginación trataba de arrastrarle, pero al final acabaron triunfando su viejo ascetismo y<br />

la falta de costumbre que en realidad tenía: ¡Cielo santo! Lo mismo podría volver a la<br />

Riviera y acostarme con Janice Caricamento o con la chica de los Wilburhazy. ¿Voy a<br />

empequeñecer todo lo de es-tus años con algo tan vulgar y de tan poco valor?<br />

Pero no conseguía calmarse, y se fue a la terraza y subió a su cuarto a reflexionar. El estar<br />

solo física y espiritual-mente engendra soledad y la soledad engendra más soledad.<br />

Una vez arriba, se puso a dar vueltas por la habitación pensando en aquello que le<br />

preocupaba y extendió las ropas de hacer montañismo sobre el radiador tibio para que se<br />

secaran. Volvió a ver el telegrama de Nicole, que todavía no había abierto, con el que ella<br />

le acompañaba diariamente en su viaje. No había querido abrirlo antes de la cena, tal vez<br />

por lo del jardín. Era un telegrama de Buffalo reexpedido desde Zurich.<br />

Tu padre ha muerto esta noche plácidamente.<br />

HOLMES.<br />

Sintió un dolor tan agudo que tuvo que juntar todas sus fuerzas para poder resistirlo, pero<br />

no pudo evitar que se le extendiera por los riñones, por el estómago, por la garganta.

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