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Suave Es La Noche

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62<br />

De pronto fue hacia él, y en el instante en que el rostro de ella se hundía en su mirada, se<br />

olvidó de lo joven que era y la besó hasta perder el aliento, como si no tuviera edad alguna.<br />

Después ella apoyó la cabeza en su brazo y suspiró.<br />

-He decidido renunciar a ti -dijo.<br />

Dick se sobresaltó. ¿Acaso había dicho algo que diera a entender que poseía alguna parte de<br />

él?<br />

-Pero eso es una vileza -dijo, esforzándose por que el tono fuera liviano-. Ahora que<br />

empezaba a estar interesado. -Te he querido taaanto...<br />

Como si hubiera sido cosa de muchos años. De pronto, se puso a lloriquear.<br />

-Te he querido taaanto...<br />

Dick tendría que haberse echado a reír, pero se oyó a sí mismo decir:<br />

-No sólo eres bellísima, sino que además tienes un gran talento. Todo lo que haces, como<br />

fingir que estás enamorada o que eres tímida, surte efecto.<br />

En el fondo de aquel taxi, oscuro como una cueva, en el que se respiraba la fragancia del<br />

perfume que había comprado con Nicole, Rosemary se volvió a acercar y se apretó contra<br />

él. Dick la besó sin sentir ningún placer. Sabía que había pasión allí, pero no veía sombra<br />

de ella en sus ojos o en su boca; el aliento le olía ligeramente a champán. Se le apretó más,<br />

con desesperación, y la volvió a besar, pero le desanimó la inocencia de su beso, la mirada<br />

que en el instante preciso del contacto se fue de él para perderse en las tinieblas de la<br />

noche, las tinieblas del mundo. Ella no sabía aún que es el corazón el que lo ilumina todo;<br />

en el momento en que se diera cuenta de ello y se fundiera con la pasión del universo, la<br />

podría poseer sin la menor duda o remordimiento.<br />

<strong>La</strong> habitación de Rosemary en el hotel estaba en el mismo piso que la de ellos, pero al otro<br />

lado del pasillo y más cerca del ascensor. Cuando llegaron a la puerta, ella dijo de pronto:<br />

-Sé que no me quieres, y tampoco lo espero. Pero dijiste que tenía que haberte dicho que<br />

era mi cumpleaños. Pues bien, te lo dije, y ahora quiero como regalo de cumpleaños que<br />

entres un minuto a mi habitación para que te diga una cosa. Un minuto sólo.<br />

Entraron, y Dick cerró la puerta. Rosemary estaba muy cerca de él, sin rozarlo. <strong>La</strong> noche<br />

había hecho que desapareciera todo el color de su cara y estaba sumamente pálida: era<br />

como un clavel blanco abandonado al final de un baile.<br />

-Cuando sonríes...

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