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antes y era el primer centro moderno que se había creado para enfermedades mentales. A<br />
simple vista, ningún profano hubiera podido pensar que se trataba de un refugio para los<br />
desquiciados, los deficientes, los peligrosos de este mundo, si bien dos de los edificios<br />
estaban rodeados de muros emparrados de una altura que engañaba. Unos hombres rastrillaban<br />
heno al sol; una vez en el recinto, aparecía de vez en cuando la bandera blanca de una<br />
enfermera ondeando junto a un paciente por algún camino.<br />
Tras llevar a Dick a su despacho, Franz se excusó porque tenía algo que hacer durante<br />
media hora. Al quedarse solo, Dick se puso a dar vueltas por la habitación tratando de<br />
reconstruir la personalidad de Franz a partir del desorden que había en su mesa de trabajo,<br />
de sus libros y los libros que habían pertenecido a su padre y su abuelo o habían escrito éstos<br />
y de un enorme retrato del primero, color vino clarete, que colgaba de la pared como<br />
exponente de la devoción filial de los suizos. Como había humo en la habitación, Dick<br />
abrió una puerta-ventana y entró algo de sol. De pronto se puso a pensar en la paciente,<br />
aquella muchacha.<br />
Había recibido unas cincuenta cartas de ella, escritas a lo largo de un periodo de ocho<br />
meses. En la primera le pedía disculpas por haberse atrevido a escribirle y le explicaba que<br />
había oído en América que había chicas que escribían a soldados que no conocían. Le había<br />
pedido al doctor Gregory que le diera su nombre y señas y esperaba que no le molestara<br />
que le escribiera de vez en cuando para desearle suerte, etcétera, etcétera.<br />
En cierto modo, se reconocía fácilmente el estilo de las cartas: era el mismo de Papaíto<br />
Piernas <strong>La</strong>rgas o de Molly la fantástica, series en forma epistolar, entretenidas y sensibleras,<br />
que estaban en boga en los <strong>Es</strong>tados Unidos. Pero todo el parecido terminaba ahí.<br />
<strong>La</strong>s cartas se dividían en dos categorías. <strong>La</strong> primera de ellas, que abarcaba hasta más o<br />
menos la época del armisticio, tenía un cariz marcadamente patológico, y la segunda, que<br />
comprendía todas las cartas escritas desde entonces, tenía un tono completamente normal y<br />
denotaba una personalidad muy rica que estaba madurando. Dick había llegado a esperar<br />
estas últimas cartas con impaciencia durante los últimos meses de su aburrida estancia en<br />
Bar-sur-Aube, pero incluso con la lectura de las primeras cartas había descubierto muchas<br />
más cosas de las que Franz se podía imaginar.<br />
MON CAPITAIN:<br />
Cuando le vi con su uniforme me pareció guapísimo. Luego pensé «Je m'en fiche» en<br />
francés y también en alemán. Usted también pensó que yo era bonita pero ya me ha pasado<br />
más veces y llevo mucho tiempo soportándolo. Si vuelve usted por aquí con esa actitud vil<br />
y criminal que según me enseñaron no es en absoluto como se porta un caballero, que Dios<br />
le ampare. Sin embargo, parece usted más tranquilo que los otros, todo suave como un<br />
enorme gato. Por alguna razón, todos los chicos que me suelen gustar son más bien<br />
afeminados. ¿<strong>Es</strong> usted un afeminado? Había algunos no sé dónde.