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Suave Es La Noche

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-¿Por qué no empezamos a esparcir rumores de que hay una epidemia de cólera o algo así?<br />

-Le dije a Bartholomew que ciertas clases de personas se morían aquí como moscas. Que<br />

un lameculos dura menos que el que dispara una ametralladora en una guerra.<br />

-¿De verdad se lo dijiste?<br />

-No -reconoció-. <strong>Es</strong>tuvo muy amable. Tenías que habernos visto, dándonos la mano allí en<br />

el bulevar. Era como el encuentro de Sigmund Freud con Ward McAllister.<br />

Dick no tenía ganas de hablar: deseaba estar solo y ponerse a pensar en su trabajo y en el<br />

futuro para no pensar en el amor y en el presente. Nicole lo sabía, pero sólo de una manera<br />

confusa y trágica, y el instinto la llevaba a odiarle un poco al mismo tiempo que deseaba<br />

restregarse contra su hombro.<br />

-Un encanto de persona -dijo Dick por decir algo.<br />

Entró en la casa y olvidó de pronto qué era lo que le había hecho ir allí. Luego recordó que<br />

había sido el piano. Se sentó silbando y tocó de oído:<br />

Te imagino en mis rodillas<br />

con té para dos y dos para el té<br />

y yo para ti y tú para mí...<br />

Pero con la melodía le vino de repente la idea de que al escucharle, Nicole iba a adivinar<br />

enseguida que sentía nostalgia de las dos últimas semanas. Se interrumpió en una nota<br />

cualquiera y se levantó del piano.<br />

Era difícil decidir a dónde ir. Paseó la mirada por la casa, que era obra de Nicole y se había<br />

pagado con el dinero de su abuelo. Lo único que le pertenecía a Dick era su estudio y el<br />

terreno en el que éste se levantaba. Con tres mil dólares al año y lo poco que le iba llegando<br />

de sus publicaciones tenía para vestirse, para sus gastos, para abastecer la bodega y para<br />

sufragar la educación de <strong>La</strong>nier, que por el momento sólo consistía en pagar el sueldo de la<br />

institutriz. Cada vez que habían pensado en mudarse de sitio, Dick había calculado la parte<br />

que le correspondía en los gastos. A fuerza de llevar una vida bastante ascética, de viajar en<br />

tercera cuando iba solo, de comprar el vino más barato y procurar que la ropa le durara,<br />

aparte de castigarse cada vez que hacía un gasto superfluo, había conseguido mantener una<br />

cierta independencia económica. Pero siempre se llegaba a un punto en que las cosas se<br />

complicaban: una y otra vez tenían que decidir juntos en qué emplear el dinero de Nicole.<br />

Naturalmente, Nicole, que deseaba que Dick fuera propiedad suya y que nunca se moviera<br />

de donde estaba, alentaba cualquier signo de flojedad por su parte y constantemente le<br />

estaba inundando de regalos y dinero. <strong>La</strong> idea de construir aquella casa sobre el acantilado,<br />

que había empezado como una fantasía en la que un día se habían recreado, era un ejemplo

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